Nuria Férriz. “Érase una vez una niña llamada Caperucita Roja, vivía en un bosque muy lejano en compañía de su madre y una mañana preparó una cestita con unas cuantas cosas para ir a casa de su abuelita enferma...”
Quizás dentro de poco tengamos que cambiar algunos de nuestros cuentos infantiles que aprendimos de pequeños porque las circunstancias sociales se han vuelto adversas de forma acelerada en los últimos años. Vivimos en una comunidad autónoma líder en desahucios (más de 18.424 expedientes de desahucio en el primer trimestre de este año) y corrupción. Estas alarmantes cifras hacen que los psicólogos infantiles planteen de forman contundente las importantes secuelas que pueden provocar en los niños. Ellos son los “daños colaterales” de esta historia macabra donde los bancos amparados por leyes injustas protegen los interés económicos por encima de la salud mental de nuestros hijos. Los profesionales, tanto de la psicología infantil, como de la pedagogía, advierten que la experiencia traumática que supone haber sido victima de un desahucio puede condicionar la salud mental de un niño, creando importantes secuelas para el resto de su vida.
Planteando la necesaria intervención de estos profesionales en los desahucios para atender las necesidades psicológicas de la familia afectada y en especial de los niños que se vean implicados. Pero esto no se plantea en la mayoría de los casos, solo son importantes los agentes judiciales, el representante del banco y, cómo no, la policía para poder ejecutar su diabólico plan sin interferencias de ningún tipo.
Ahora bien, nos encontramos ante un horizonte desolador, hemos pasado de tener la generación más preparada de la historia y menos aprovechada a ser los responsables de crear una generación futura marcada por el trauma más hiriente de todos: ser testigo de cómo tus padres son expulsados de su hogar por el único delito de haberse quedado sin un trabajo que les genere los ingresos necesarios para hacer frente a una hipoteca desorbitada que se firmó en condiciones engañosas al albor de una burbuja inmobiliaria que beneficia a los mismos que han generado esta crisis: los bancos y los grande lobbys de inversión.
Voy a permitirme el lujo de invitar a todos aquellos que lean este articulo a que sean testigos de un desahucio, cualquiera de los muchos que se dan a menudo en el Camp de Morvedre, puedo garantizarle que después de esa experiencia nunca más serán indiferentes a esta tragedia. Comprobarán de primera mano que no he exagerado un ápice en mis afirmaciones y apoyarán las opiniones de los profesionales de la psicología infantil. No podemos mirar hacia otro lado. Tenemos el deber de luchar por que cambien estas leyes injustas.
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