Javi González "Viza" Como hombre me siento discriminado cada vez que entro en la capital del Turia. Leo en un cartel “Benvingudes” (“bienvenidas” en castellano). ¿Y los hombres, no somos bienvenidos? Atendiendo al léxico utilizado, parece que no.
El ingenioso concejal de movilidad, el italiano Giuseppe Grezzi, un “rara avis”, no ha aprendido aún a escribir correctamente el castellano, ni el valenciano. Grezzi debería saber que “bienvenido” hace referencia sólo a un hombre, “bienvenida” a una mujer, “bienvenidas” a un grupo de mujeres y “bienvenidos” para aludir a un grupo de hombres y mujeres, de ambos sexos.
Entiendo que Grezzi pueda tener ciertas dificultades con el lenguaje al no haber nacido en España – a pesar que el italiano también es una lengua románica, como el castellano o valenciano, con flexión de género-, pero para esos están sus compañeros de Compromís y asesores, para “echarle un capotazo” y advertirle del error. Uno más, de tantos. No se debe confundir el género – categoría gramatical - con el sexo - hace referencia a los seres vivos, personas, animales o plantas, que pueden ser machos o hembras-.
Por tanto, gramaticalmente la única forma de incluir a los dos géneros, sin discriminación, es “bienvenidos”
(benvinguts); ni tan si quiera es del todo correcto un desdoblamiento (bienvenido/a), pues genera dificultades sintácticas y de concordancia y, además, el uso genérico del masculino designa a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexo.
Aunque también puede ser que sea un analfabeto de “vicio”. Si el edil es consciente de este error y ha decidido ponerlo con el objetivo de dar visibilidad a la mujer o erradicar la misoginia, ha caído en un alto grado de ridiculez. Hay sociedades que hablan lenguas sin género, como el idioma farsi, la lengua que se habla en Irán, y no es precisamente un país donde la mujer tenga los mismos derechos que los hombres. La lucha por la igualdad no se consigue escribiendo un cartel con falta de ortografía. Este no es el ring. Justificar este hecho equivale a ver el problema en un plano (la desigualdad real) y poner la solución en otro (la gramática). No caigamos en la ridiculez de portavoz o portavoza, miembros o miembras, jóvenes o jóvenas.
Vivimos en una sociedad dormida, aborregada y dócil. Comienzan diciéndonos lo que nos tiene que gustar y cómo tenemos que hablar y terminarán obligándonos a llevar camisa con cuello de mao. La “giliprogresía” va destruyendo nuestra cultura poco a poco, ya eliminó el toro embolado en la capital; no dejemos ahora que se cargue el consenso social más básico que existe: el lenguaje.
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