Francisco Adán. Corrían las cervezas y los bocatas en el improvisado almuerzo que
se había organizado un día muy poco propicio para eso, bueno, quizá sí.
Normalmente en estos eventos siempre se desarrollan conversaciones interesantes
y yo, que me permito presumir de reunirme, generalmente, con gente de buen
yantar y mucho mejor hablar, este día me había congregado en torno a una mesa
junto a tres personas de apasionado y formado discurso , mientras disfrutábamos
de los bocadillos que Lola y Javi, dueños de la Pepa, nos habían preparado con
el gusto de siempre, donde destaca esa oreja rebozada, los perfectos arroces o
un morro de cerdo que hace las delicias de otra gran amiga y conversadora ( no
presente en este caso), voz de la comarca.
Sobre la mesa, a parte de las migas y los rodales de condensación
de la fría cerveza, estaba el tema principal de los papeles de Panamá sobre los
que he escrito en la sección Birras de Aquí del Periódico de Aquí , sección que
comparto con otro buen amigo, Albert Llueca, persona enormemente formada a la
vez que poco propensa a participar de debates orales, salvo cuando la pasión le
vence, ya que prefiere hacerlos escritos.
La pregunta es pertinente y sangrante: si tuviera la fortuna que
tienen algunos de los implicados ¿hubiera hecho lo mismo?, usted que me está
leyendo, puede ser la persona que en público echa pestes de estos sujetos, pero
quizá esta pregunta abra una tenue grieta en el muro de la seguridad moral y el
compromiso de pagar, religiosamente, todos los impuestos necesarios. En mi lo
ha abierto, desde luego, porque la tentación de hacerlo es grande por dos
motivos; uno meramente humano – somos débiles- y el otro es, simple y
llanamente pragmático. El nivel de impuestos en España es asfixiante.
Veamos qué dice la Constitución.
Artículo 31
· Todos contribuirán al sostenimiento de los
gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema
tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que,
en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio.
Es decir que el que más tiene más pague y todo esto basado en la
igualdad y progresividad como características de un sistema tributario
<<justo>>.
Desde hace años la izquierda viene sosteniendo un mensaje perverso
y por otro lado, coherente con la doctrina marxista-leninista , que , el hecho
de que alguien tenga más que otro es, per se, injusto. Da igual que lo haya
ganado honradamente porque, el que es rico, seguramente no es honrado y rico es
todo aquel que tenga más que una cantidad que ahora mismo me invento, yo,
ideólogo temporal de la izquierda.
Quizá en los tiempos del Zar, de la explotación industrial y del
capitalismo salvaje del siglo XIX este mensaje tenía un trasfondo sociológico
mucho más contundente que el que pueda tenerlo ahora donde, gente públicamente
de izquierdas como el director de cine Pedro Almodovar, ha salido en estos
papeles.
En España no ha hecho falta que viniera un gobierno de izquierdas
para que los principios constitucionales se estrujen hasta dejarlos hechos
añicos.
El fondo sigue siendo por qué una persona quiere defraudar
teniendo dinero o , planteando la pregunta de forma más perversa, ¿por qué
usted o yo podríamos defraudar a hacienda? . Puede haber una primera respuesta
evidente, en este país somos muy de defraudar o millones de euros, o cincuenta
en una factura; o no pagar la televisión de pago o , váyase usted a saber, no
declarando lo que cobra de alquiler de esa vivienda que tiene arrendada. Una
segunda respuesta, quizá relacionada con la primera, viene por ese poso
cultural picaresco donde el Lazarillo, robaba uvas al ciego e intentaba timarlo
o como lo hiciera Pablos de Quevedo.
Una tercera posibilidad no
justificativa – ( lo que es ilegal, es ilegal y hay que perseguir a quien
quiebra la legalidad y no paga sus impuestos )- pero sí explicativa es que el
Estado no respeta los principios no confiscatorios que reza la Constitución.
Según las tablas de la Agencia Tributaria, una persona cuya base
liquidable sea 70.000 euros hacienda se le lleva casi el 50% de lo que ha
ganado. Es decir, la mitad del dinero que has ganado porque te lo pagan, porque
te lo has currado, porque eres banquero ( sí, que pasa); empresario de éxito
(sí, que pasa) o en un porcentaje más bajo, pongamos que has hecho horas
extraordinarias y has cobrado un buen pellizco un mes, todo eso queda reducido
muy significativamente con unos porcentajes claramente confiscatorios.
Este sistema persigue de forma vampírica a quienes tienen más y
cuanto más tienes, más te persigue. Estas personas (entre las que me gustaría
estar, qué narices), no tienen capacidad de ahorro ni de reinvertir, a no ser
que ahorren y reinviertan la mitad de la mitad de lo que les queda, en cuyo
caso se perjudica su consumo que podría ser de lujo o semi lujo.
¿Por qué no se plantea, como las escalas de las normas de
honorarios de abogados, un porcentaje decreciente? O mi apuesta ¿Por qué no un
solo tipo impositivo o dos como mucho? A fin de cuentas un 10 % de 120.000
siempre será más que un 10% de 20.000 , por supuesto, respetando la exención de
las rentas más bajas.
Estamos generando un país donde prosperar se hace imposible, donde
intentar ir a más, está penalizado. No hablo de épocas de crisis como una
postguerra donde, directamente, es imposible incentivar nada, simplemente, es
necesario sobrevivir. Hablo de un país que no tiene motor económico privado
porque éste está proscrito y huye a través de ingeniería societaria o de
subterfugios legales para pagar menos.
Estamos generando un país donde, como decía uno de mis más
estimulantes conversadores de esa mesa, la mayoría aspira a ser funcionario
porque, como el que les escribe, la vida del autónomo o del profesional liberal
está llena de requisitos, formalidades y peros, que hacen que de un aulario
lleno de alumnos de una universidad privada, cerca del 80% de los alumnos que
fueron preguntados si querían ser funcionarios o emprendedores, contestaron que
empleados públicos porque ser emprendedor, partiendo de cero, es una tarea
hercúlea. Donde los que quieren trabajar en el sector privado, quieren salir al
extranjero o simplemente, dejarse abducir por la maquinaria pública sin que
este puesto sea, realmente, una decisión plena y dedicada a una especialidad
propia. Simplemente, “lo que salga”.
Por desgracia, todo este sistema no parece que tenga fin. Los
partidos llamados liberales no dicen mucho al respecto de modificarlo ( PP o
Ciudadanos); los partidos de izquierdas como Podemos o el PSOE, les parece poco
y pretende asfixiar más al contribuyente.
Al final de todo, pagamos a Loli y Javi, porque hay que pagar con
gusto lo que con gusto se ha consumido. Cada uno hemos vuelto a nuestros
quehaceres, pero en mi caso, queda la sensación de que nada de esto está cerca
de ser arreglado y menos, siendo abogado que eso, da para otro artículo.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia