El investigador del Área de Vacunas de la Fundación Fisabio de Valencia, Alejandro Orrico. EFE/Ana Escobar Las futuras vacunas frente a la COVID-19 basadas en material genético
ARN podrían marcar un “hito histórico” y conseguir la “vacuna
universal”, según el investigador del Área de Vacunas de la Fundación
Fisabio de Valencia, Alejandro Orrico, para quien la “única manera” de
volver a lo que conocíamos como un “mundo normal” es disponer de una
vacuna “altamente efectiva”.
“Ahora, justo en este momento, nos
estamos dando cuenta realmente de lo que es un mundo sin vacunas”,
afirma en una entrevista con la Agencia EFE el también secretario de la
Cátedra Vacunas y Sociedad de la Universidad Católica de Valencia (UCV),
quien señala que aunque ciencia y prisas “no son buenas compañeras”, la
fuerte inyección económica que ha llegado a algunos investigadores
acelera las fases de desarrollo de una vacuna contra el SARS-CoV-2.
Es
el caso de países como Estados Unidos, China o Reino Unido pero no de
España donde, lamenta, se están desarrollando vacunas similares a la que
la Universidad de Oxford dice que tendrá lista en septiembre pero no se
pueden acelerar las fases de desarrollo por no tener la misma
financiación que tiene la institución inglesa.
Orrico considera
que la vacuna desarrollada por investigadores de la Universidad de
Oxford y de una sociedad italiana puede que en septiembre tenga
resultados positivos de algunos prototipos, pero “de ahí a que tengan
generadas millones de dosis, ni de broma”.
El desarrollo de
vacunas es “supercaro” y el porcentaje de éxito “muy pequeño” porque
solo entre un 5 y un 6 % de las que se desarrollan llegan a
comercializarse, apunta el investigador, que añade que hasta que puede
ser administrada en la población debe pasar por todas las fases para
conseguir “esa seguridad extra, que no tenga efectos adversos y sea bien
tolerada”.
Según explica, las vacunas convencionales en las que
se introduce el virus o la bacteria enteros en el organismo para que
generen anticuerpos, como las de la triple vírica o el sarampión, son
“muy costosas” de desarrollar y, además, precisan una fábrica entera
para crear una vacuna específica, por lo que la producción masiva es muy
compleja.
Sin embargo, en las vacunas que usan ARN, que usarían
un fragmento del genoma ARN del virus SARS-CoV-2, solo se inocularía la
parte de la secuencia de ese material genético que genera la llamada
“proteína S”, que es capaz de producir anticuerpos y proporcionar una
respuesta inmunitaria.
Según Alejandro Orrico, la producción de
vacunas de ARN es más económica y “diez veces” más rápida que las
tradicionales, que puede ser de entre cinco o diez años, y señala que
conociendo ese trozo de ARN que genera los anticuerpos permitirá crear
vacunas personalizadas frente a diferentes enfermedades, no solo contra
el coronavirus, sino contra otra dolencias como la gripe, el zika o el
ébola, lo que podría llevar a una "vacuna universal".
Además,
subraya, en una sola fábrica se podría tener una plataforma entera para
crear de forma rápida “vacunaspersonalizadas y con una seguridad máxima.
Estaríamos preparados para futuras pandemias”.
También afirma
que frente a las vacunas tradicionales, que deben mantener la cadena de
frío (de 2 a 8 grados) para ser eficaces, estas nuevas vacunas podrían
ser “termoestables” y podrían estar en buen estado hasta 36 meses con
temperaturas de entre 5 y 25 grados y hasta 6 meses incluso a más de 30
grados (según estudios previos).
“Eso supondría una gran ventaja para países en vías de desarrollo sin neveras para mantenerlas a baja temperatura”, asevera.
En
la actualidad hay nueve prototipos de vacuna que han llegado a los
ensayos clínicos de las que dos o tres son de ARN, pero aunque alguna
esté preparada en un tiempo corto para ser administrada a la población,
es necesario tener una fábrica que permita hacer dosis para 7.000
millones de personas.
Para el desarrollo de vacunas frente al
nuevo coronavirus se está inyectando mucho dinero y se están realizando
las distintas fases preclínicas y clínicas en paralelo para que, una vez
sean probadas en humanos y se demuestre su eficacia, ya que si se
creara una con efectos secundarios podría ser “una debacle”, puedan ser
fabricadas millones de dosis.
“Muchas veces perdemos el respeto a
las vacunas y nos creemos superhéroes por no sufrir una enfermedad”,
asegura Orrico, quien advierte de que si tuviéramos “un mundo sin
vacunas, sería así, no podríamos salir a la calle por no tener
inmunidad, pero no nos damos cuenta”.
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