Susana Gisbert. /EPDA Se acerca el mes de abril y con él, la anunciada experiencia, en Valencia al menos, de la semana laboral del cuatro días. Para el que no lo sepa, no se trata de que a las valencianas y valencianos hayan decidido premiarnos con días extra de vacaciones, sino que entre los festivos que caen el lunes y los que se trasladan porque cayeron en domingo, se nos ha quedado un mes de abril con semanas laborables de martes a viernes. Nada más y nada menos.
No sé cómo funcionará la cosa. Confieso que para estos temas son un tanto escéptica y me cuesta creer que en cuatro días se pueda hacer lo mismo que en cinco, e igual de bien. Y no solo eso, que, si se consigue, cabría plantearse por qué no se trabajaba antes con la misma eficiencia. Pero, como si soy socióloga, ni psicóloga, ni aspiro a serlo, lo tomo como viene y disfrutaré en la medida que pueda. Porque quienes hacemos servicios de guardia no jugamos en la misma liga a esos efectos que el resto de los mortales.
Espero que el experimento salga bien y que mayo nos encuentre con los deberes hechos y el cuerpo a punto. Aunque, arriesgándome a que me tilden de ceniza, lo que no sé es cómo vamos a acostumbrarnos a retomar las semanas de cinco días, a volver a odiar los lunes y, sobre todo, los domingos por la tarde, el día que más rabia me da desde mis tiempos de colegio, cuando era consciente de que el fin de semana se me había pasado en un pis pas y no había aprovechado para hacer todo lo que quería y que, además, tenía las tareas por hacer y la lección por estudiar.
De momento, nos queda la resaca de Fallas, que la verdad es que bien se echa de menos que el día 20 sea de asueto, y no un lunes de los de antiguo cuño, de los odiables en toda regla.
Pero es lo que hay. El cuerpo es listo y se amolda a todo, e igual en nada estamos pidiendo las semanas laborables de 3 días, que no vamos a ser pobres hasta para pedir.
Así que, adelante con el experimento. Tal vez, de aquí a unos meses, escriba otro texto donde alabe las excelencias de la semana de cuatro días. Y mientras tanto, que nos quiten lo bailado, como dice el refrán. O, como decimos por aquí, el que va davant, va davant, o sea, que p’alante
Ya iré contando cómo sigue la cuestión
Comparte la noticia
Categorías de la noticia