Manuel J. Ibáñez Ferriol. /EPDA El mecenazgo es un tipo de patrocinio que se otorga a artistas, literatos o científicos, a fin de permitirles desarrollar su obra. Ese apoyo, aunque se presente como desinteresado, pues el que lo otorga no exige a sus beneficiarios ningún tipo de devolución o créditos económicos a corto plazo, sí que proporciona una remuneración de carácter íntimo (el placer estético, moral o intelectual, o la satisfacción de la vanidad), además de una operación de relaciones públicas que puede llegar a ser muy útil, por cuanto justifica su posición social y mejora su reputación. Cuando el mecenazgo incluye el encargo de la obra y no se limita a una genérica protección a la actividad del patrocinado, puede determinar en gran medida el proceso creativo y la ejecución de la obra, si precisa (a veces mediante contrato vinculante) los materiales, dimensiones, tema o tratamiento. La obra de arte (o literaria o científica) puede quedar o no en propiedad del mecenas, siendo muy común que este la done o ponga a disposición del público de una u otra forma.
La figura del “Mecenas” surge junto a la actividad que realiza y es la persona poderosa que brinda su apoyo material, o protege mediante su influencia, a artistas, literatos y científicos para que estos puedan realizar su obra. Aunque todos podemos ser mecenas. No hace falta tener una sustanciosa fortuna ya que la protección y promoción de las artes en el momento actual la podemos ejercer todos, con pequeñas, medianas o grandes cantidades, pero lo más importante, es continuar y difundir la labor del mecenazgo.
Históricamente ha representado una forma importante de sostenimiento de la producción artística, al permitir el desarrollo de obras no orientadas a su circulación mercantil. La práctica totalidad del Arte antiguo es resultado de encargos del poder político (reyes) y religioso (templos). Sin embargo, en la Roma de Augusto (finales del siglo I a. C.), un particular, Cayo Mecenas, cobró tanta fama como protector de las artes que su nombre pasó a designar tal función social.
El mecenazgo moderno apareció en el Renacimiento. Los artistas áulicos (arquitectos, pintores de corte, poetas), aunque no recibieran pagos regulares o no estuvieran en un momento concreto realizando un encargo por el que recibieran un pago inmediato, eran admitidos en el círculo de confianza de sus poderosos patrocinadores, donde podían no solamente mantener un nivel de vida superior al del entorno artesanal gremial, sino desarrollar una inédita capacidad de relacionarse entre sí (entre artistas de distintas artes o literatos de distintas disciplinas intelectuales) y con personajes de alta talla social. Durante el Renacimiento, la protección de las artes se consideraba una de las premisas básicas de todo buen gobernante, en consonancia con el consejo dado en la Ética a Nicómaco de Aristóteles de realizar abundantes gastos en arte y obras civiles.
En la edad Contemporánea, el mecenazgo sufre una transformación radical de la relación entre público y artista. El entorno institucional y académico pensionaba a los jóvenes artistas que juzgaban prometedores, mientras que se fue gestando un entorno alternativo. Marchantes y coleccionistas (como Ambroise Vollard) pasaron a ser los personajes más influyentes. En el contexto intelectual de las vanguardias, ciertos personajes integrados en ellas (como Gertrude Stein), caracterizados por su capacidad de proteger a unos u otros artistas, eran considerados como verdaderos mecenas.
En el nuevo Palacio de las Comunicaciones (antigua sede de Correos en la plaza del Ayuntamiento de Valencia) ha quedado abierta la exposición: De la foscor a la llum, cinc segles d´art, exponiendo la colección pictórica de la familia Lladró, mecenas valencianos que han invertido en diversas obras artísticas y que la Generalidad Valenciana adquirió para poderla exponer y que la disfrutaran todos los valencianos. La colección abarca un amplio período cronológico que se extiende desde el siglo XV hasta mediados del siglo XX. La mayor parte de autores son valencianos como Juan de Juanes, Juan Ribalta, Vicente López, Mariano Benlliure o Joaquim Sorolla. Sin embargo, este magnífico conjunto no se agota en Valencia, sino que se expande por la Península Ibérica gracias a figuras como Alonso Berruguete, Francisco de Zurbarán o Claudio Coello, adquiriendo dimensión europea gracias a las obras de José de Ribera o Margarita Caffi.
La belleza de las obras expuestas, nos invitan a que realicemos una visita para disfrutar del arte mayoritariamente valenciano. No dejemos pasar esta gran oportunidad que se nos brinda y que tendrá una duración determinada, ya que cerrara sus puertas en el mes de junio del presente año.
Participemos del mecenazgo, por una parte visionando la presente propuesta en el Palacio de las Comunicaciones, para después convertirnos en mecenas activos, ya que por muy poco también podemos ejercer la actividad del mecenazgo protegiendo las Bellas Artes.
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