Susana Gisbert./EPDA
Quienes me conocéis
ya sabéis que estos son días tristes para mí. Mi madre nos ha dejado en plenas
fallas, esa fiesta que tanto significaban para nosotras y que a partir de hoy
me unirán más, si cabe, a ella. Se fue a punto de cumplir los 101 años, pero, a
pesar de que una sabe que el momento ha de llegar, nunca se está preparada para
ello.
Me deja huérfana de su presencia física, pero no de
sus recuerdos, y tampoco de los recuerdos de toda la gente que la quiso y que
me quiere. Y de eso es de lo que quería hablar hoy.
Quería dar las gracias a todas las personas que, de
uno u otro modo, nos hicieron sentir su cariño. Aunque haya quien diga lo contrario,
son momentos en que esas muestras de afecto se agradecen más que nunca. Una
visita, un mensaje, un abrazo o un simple apretón de manos significan mucho.
Cosas que a veces se olvidan o se dejan pasar, pensando en que ya nada se puede
hacer. Pero se puede. No solo por quien se fue sino por quienes nos quedamos.
Agradezco enormemente que hubiera quienes, a pesar
de la dificultad por la lluvia, las calles cortadas y los eventos falleros,
sacaron un rato para nosotras. Agradezco a quienes me escribieron, y me siguen
escribiendo, palabras bonitas para tratar de consolarme. Agradezco a quien sigue
estando pendiente, y lo deja todo para regalarme un buen rato. Son un montón de
manos que ayudan a seguir en pie y no caer por difíciles que sean las cosas.
Y ¿por qué no decirlo? En estos momentos también se
echa en falta a quienes no están, a quienes no han sabido estar a la altura,
creo que más por dejadez que por maldad o mala intención. Y pienso que tal vez
alguna vez yo haya cometido el mismo error sin darme cuenta, aunque ni siquiera
lo recuerdo, pero aseguro que no lo repetiré. De todo se aprende.
Pero me quedo con lo bueno. Con toda esa gente cuyos
gestos o palabras ayudan a enfrentar un día a día distinto, un día a día en el
que no está ella, por más que su recuerdo me acompañe siempre. A mi familia, a
mis amigas y amigos, a mi familia fallera y a todas esas personas con las que,
a pesar de no coincidir físicamente, si que lo hacen a través de redes sociales
o de otras vías y también me han mostrado su afecto.
Son, desde luego, momentos difíciles. Pero también
son momentos para dar las gracias. Simplemente por estar ahí, que no es poco.
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