La Semana Santa en la Comunitat Valenciana no solo se vive con procesiones y recogimiento, sino también con un amplio abanico de dulces típicos que impregnan las casas y panaderías de aromas a horno, canela y azúcar. Estos manjares, herencia de generaciones, se elaboran siguiendo recetas antiguas que se han mantenido vivas gracias a la cultura popular y el amor por lo propio. Entre los más destacados se encuentra el célebre panquemado de Alberic, la mona de Pascua y otros productos artesanales que endulzan estas fechas tan señaladas.
El panquemado de Alberic, también conocido como pa socarrat, es uno de los emblemas gastronómicos de la Semana Santa valenciana. Originario de esta localidad de la Ribera Alta, se trata de un bollo redondo, esponjoso y con una capa superior ligeramente quemada, de ahí su nombre. Su preparación requiere mimo y paciencia, ya que el secreto está en la fermentación lenta y en el horneado justo para lograr ese contraste entre la corteza tostada y el interior suave. En Alberic, incluso se celebra una feria dedicada exclusivamente a este dulce.
La mona, el dulce más esperado por pequeños y mayores
Otro clásico de la Pascua es la mona, un bollo dulce que tradicionalmente se regalaba a los ahijados el Lunes de Pascua. Decorada con un huevo duro —hoy en día, muchas veces sustituido por uno de chocolate—, la mona simboliza el fin de la Cuaresma y el inicio del tiempo festivo. Su forma y decoración varían según la zona: algunas tienen forma de animales, otras de trenza, pero todas comparten una masa ligera y un sabor muy característico. En ciudades como Valencia, Castelló o Alacant es habitual ver a familias enteras merendando mona con longaniza de Pascua en plena naturaleza .
Junto al panquemado y la mona, otros dulces completan el repertorio pascuero valenciano. Las torrijas, aunque de origen más general en España, también tienen su espacio en los hogares valencianos durante estos días. Se elaboran con pan duro, leche, huevo y azúcar, y su sabor meloso las convierte en una delicia irresistible. También destacan las empanadillas de boniato, que aunque se asocian a la Navidad, en algunas comarcas del interior se mantienen como parte de la repostería de Semana Santa .
Sabores que cruzan generaciones
La elaboración de estos dulces sigue siendo, en muchas casas, un ritual familiar. Abuelas, madres e hijas se reúnen para amasar, hornear y compartir historias mientras la cocina se impregna de olores dulces. Esta transmisión de saberes convierte la repostería pascuera en una forma de preservar la identidad cultural de la Comunitat Valenciana. Además, panaderías y hornos tradicionales se convierten en protagonistas durante estas fechas, compitiendo en creatividad y sabor para atraer a los más golosos.
En un mundo cada vez más rápido y digital, estos dulces funcionan como un ancla con la tierra y las costumbres. Probar un panquemado de Alberic recién hecho o romper el huevo de una mona en una merienda campestre son experiencias que van más allá del gusto: son recuerdos en forma de bocado, pequeñas tradiciones que resisten al paso del tiempo.