Leopoldo Bernabeu. EPDA Me costó
entenderlo, pero hace ya tiempo que vengo manteniendo que el haber
pasado unos años en la política local y haber vivido en carne
propia todas las perrerías que a una persona se le pueden hacer en
un espacio de tiempo tan corto, a día de hoy me alegro de no haber
sufrido un infarto, que es como me dijo un buen abogado, mi mejor
premio. Esa aventura me permitió desarrollar una especie de sexto
sentido para entender muchas cosas que antaño sólo asumía como
cualquier sufrido lector de periódicos o hipnotizado espectador de
telediarios, incapaces de tener opinión propia sobre lo que nos
dicen que sucede a nuestro alrededor, que en la mayoría de veces
nada tiene que ver con la cruda realidad.
Me
cuesta encontrar el adjetivo que pueda describir en una sola palabra,
si eso fuera posible, la situación que se habrá vivido en el
casoplón de Galapagar entre los bienaventurados Irene Montero y su
reputado marido, don Pablo Iglesias, la noche en la que Yolanda Díaz
e Ione Belarra firmaban la sentencia de muerte de ambos. Heavy metal.
Ambas, la vicepresidenta que colocó en el Gobierno que el mismo
abandonó y la presidenta que al frente de su partido puso, matando a
Podemos, haciendo la autopsia que certifica la muerte y redactando el
obituario que saldría publicado en los medios. Brutal.
Y es
que, una vez más, el refranero español no se equivoca, ¡quien a
hierro mata, a hierro muere”. Es tanto el daño cainita que este
perroflauta con boquita de piñón le ha hecho a nuestro país, que
cualquier otra muerte civil habría sido injusta. No sólo era
necesario que Podemos desapareciera de nuestras vidas lo antes
posible, sino que lo hiciera como si leyéramos un capítulo de la
reconocida obra de Gustavo Adolfo Bécquer.
Un
sujeto que se ha permitido el lujo de darnos clases de casi todo a
los españoles a través de unos medios de comunicación que algún
día tendrían también que hacer acto de contrición, ha pasado a
mejor vida a través del cuchillo de aquellos a quienes aupó.
Sublime.
Su
chulería al dejar toda una vicepresidencia de Gobierno, cargo que ni
en el mejor de sus sueños habría alcanzado, aduciendo que su
objetivo era enfrentarse a una Díaz Ayuso por Madrid que después lo
barrió, sin reconocer que no era más que otro engaño de su
interminable listado, asustado de estar en un cargo que le venía
grande, pues nunca fue la idea de un simple alborotador la de
gobernar de verdad, y el abandono de la presidencia orgánica de su
partido como el crío que se coge un berrinche y se va a casa,
dejándolo en manos de la niña de la curva, se han convertido en ese
maravilloso episodio que la mayoría de españoles ya empezábamos a
pensar que nunca llegaría. Error, una vez más, los ciudadanos de
este país han demostrado que era sólo cuestión de paciencia. Esta
pandilla de golfos, analfabetos y vividores, terminarían por
devorarse a si mismos, como así ha sido.
Ellos
que llegaron al poder a través de la mugre, engañando a millones de
españoles que necesitaban creer que era posible reemplazar la
corrupción que por entonces carcomía las entrañas de los dos
grandes partidos de España, han terminado por ceder al espectáculo
más cavernícola, matándose sin filtros en mitad de la plaza
pública. Los mismos que decían que no estaban por los cargos y el
dinero, son los que se han sacado la piel a tiras por mantenerse en
un poder que les ha dado lo que jamás habrían conseguido por
méritos propios y les ha enseñado que sí existe esa vida que se
alcanza con educación y esfuerzo, y no insultando a todos aquellos a
los que se tiene envidia, única explicación sensata de la sinrazón
que llevamos demasiado tiempo aguantando.
De la
misma manera que Izquierda Unida firmó su sentencia de muerte cuando
accedió a diluirse en Podemos, revolviendo las entrañas de un
grande como Julio Anguita, es ahora el engendro de Pablo Iglesias
quien ha firmado su claudicación diluyéndose como un azucarillo en
un café en ese otro experimento llamado Sumar, que empieza restando
y mucho. Porque ya me contarán quien se atreve a votar a esa unión
de silicona y pegamento de nada menos que 17 partidos, cada uno de un
padre y de una madre, y que la misma noche del pacto ya se estaban
poniendo a caldo con los puestos de salida en cada provincia. La
política siempre ha sido algo bastante más serio.
¿Qué
más nos hace falta a los españoles para que aprendamos la lección
de una vez?. No seré yo quien diga a nadie lo que ha de votar, pero
sí me atrevo a garantizar que Sumar es restar. Nada nuevo en el
horizonte, otra vía de escape para que los rescoldos de la unión de
perroflautas de España, aquellos que han sobrevivido a sus propias
puñaladas, vuelvan a tener otra forma de seguir sobreviviendo a
cuerpo de rey cuatro años más, generando engendros legales que
animen las conversaciones de bar, junto a los violadores, los etarras
o los secesionistas que ya están en la calle.
Apuesto
lo que ustedes quieran a que la lapidación pública que hemos vivido
estos días con Irene Montero, es un cuento de boy scouts comparado
con la devoración carnívora que va a sufrir Pedro Sánchez a manos
de los suyos en cuanto pierda el poder el próximo 23 de Julio. Los
vampiros tampoco parecen lo que son cuando te los cruzas a oscuras.
Ustedes mismos, si no han tenido bastante con el espectáculo de
estos últimos cinco años, arriésguense de nuevo a cuatro más. Eso
sí, si pasado ese tiempo no queda en pie nada de aquello que fueron
los cimientos de nuestro país, no se lamente.
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