Los incombustiles Joan Lerma y Ciprià Císcar, como los viejos rockeros, se resisten a jubilarse. Los viejos referentes y antiguos enemigos se resisten a dejar de dar nombre a dos de las familias con más solera del socialismo valenciano y quieren controlar, ahora juntos, el nuevo PSPV que nacerá en el Congreso Nacional de Alicante los días 30 y 31 de marzo y 1 de abril.
La alianza que consiguió la mayoría en los congresillos provinciales que eligieron a los delegados que representaron el pasado fin de semana a la federación valenciana en el 38 Congreso Federal del PSOE, pretende reeditarse en el cónclave regional. Lermistas y ciscaristas, hasta ahora enemigos de congresos, quieren mantener el pacto junto a Leire Pajínen en Alicante y Esperanza Socialista y la FSP de UGT en Valencia. Todos contra Jorge Alarte. ¿Por la derrota electoral? No, en realidad el PSOE perdió en mayo en todas las comunidades autónomas y el 20N se desplomó en toda España. ¿Porque es un secretario general que ya ostenta demasiado tiempo el cargo? Tampoco. Apenas han pasado dos años. ¿Entonces? La gestión de un partido en horas electorales bajas produce siempre un número elevado de enemigos en el propio partido, básicamente porque no hay puestos de salida en todas las candidaturas.
Esto no quiere decir que Alarte y su equipo no hayan cometido errores, pero no parece que los suficientes como para que las viejas familias se unan contra él. Pero el ahora senador -¿vitalicio?- Joan Lerma, que no supo perder las elecciones autonómicas del año 1995, nunca acabó de irse y en torno a él se ha ido generando una gran familia que todavía piensa en los éxitos del pasado, cuando el PSPV lograba mayorías absolutas en Ayuntamientos pequeños y grandes, Diputaciones y Generalitat.
¿Y Ciprià Císcar, ex conseller de Educación, ex secretario de Organización del PSOE y actualmente -¿vitalicio?- diputado nacional? Más de lo mismo. Pese al tiempo que ha pasado, sigue liderando otra familia que, como la anterior, no destaca por un posicionamiento ideológico concreto, sino que su esencia es la veneración que sus fieles sienten por el incombustible Ciprià.
Sea como fuere, lo cierto es que el juego de familias en el PSPV, la razón por la que el partido esté destrozado y electoralmente haya encadenado cada vez más y peores fracasos, sirve tanto para que sus cabecillas sigan viviendo de la política, como para colocar en puestos de salida -y muy bien remunerados- a sus más fieles seguidores.
Jorge Alarte puede ser cuestionado, pero desde luego si él no es el futuro, menos pueden serlo dos momias políticas como Lerma o Císcar, o el perejil de todas las salsas contubernísticas precongresuales, Ximo Puig, quien con el rollo de ser el abanderado del lermismo, sigue viviendo de la política, con un pie en Valencia y otro entre las murallas de Morella.
Lerma y Císcar son el futuro, como también Andrés Perelló, de destierro por Europa, o Luis Lozano, líder de la FSP-UGT, otro dinosaurio que cuenta compañeros por votos. Todos ellos, el futuro, junto a otra abanderada del éxito en la política, Leire Pajín, quien ha pasado de número tres del PSOE y ministra a diputada rasa. El futuro en el PSPV es la coalición que en el 38 Congreso Federal apostó por Carme Chacón y que ahora, tras la derrota, se apresura Lerma a aclarar que la victoria de Rubalcaba no es decisiva en el cónclave regional. Que lo diga Lerma, con su larga experiencia en conspiraciones precongresuales, es sencillamente un chiste.
Alarte, Francesc Romeu y la coalición anti-Alarte. Si el PSPV encara su congreso regional a base de mamporro y navajeo, los grandes beneficiados serán el Partido Popular valenciano, pese al duro momento que atraviesa, y Compromís, que seguirá robándole votos a socialistas hartos de las luchas fratricidas que arrastran las familias del PSPV desde 1995.
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