Jaime García Las grandes y pequeñas revoluciones tuvieron origen en hechos muy concretos que personas interesadas atribuyeron a los gobernantes y de esta forma despejaron su responsabilidad. Cuando la gente desea ardientemente algo y no ve forma de lograrlo, se enciende en su alma una cierta frustración que pronto se transforma en agresividad. No hay nada más cómodo que manipular el entorno y culpar de todo al que gobierna. Es una forma traicionera que permite tirar la piedra y esconder la mano. Fuerzan sus gestos, endurecen sus palabras, acentúan ciertos hechos intrascendentes, a fin de magnificar la acusación. Estas actuaciones hipócritas expresan la forma más egoísta para desprestigiar a un gobierno. Recuerdo, a este respecto, un hecho importante de la historia de Francia, que logró acabar con la monarquía de Luis XVI. A principios de agosto de 1778
Manipulación políticalos economistas de reino manifiestan al Rey que sólo quedaban 400.000 francos en las arcas del tesoro del Estado. Era necesario subir los impuestos. Para ello se precisaba convocar los Estados Generales, único órgano que podía imponer al pueblo dichos tributos. El hecho en sí era totalmente normal, sin embargo, los enemigos de la Corona aprovecharon esta decisión real para atacar la monarquía. Agitaron al pueblo. Precisamente ese año de 1778 las cosechas habían sido muy malas y el invierno de excepcional rigor. Pues bien, la monarquía fué acusada de todos estos hechos. Les importaba muy poco si la decisión real era lógica o no. Enardecieron a las turbas, ocuparon las calles de Paris y marcharon hacia Versalles, donde residía el Rey, con gritos, insultos, groserías, culpabilizando de todo a la Monarquía. Todos recordamos como terminó aquel sarao político. Los Reyes de Francia, Luis XVI y María Antonieta, fueron vilmente guillotinados.
Otro hecho ocurrido hace unos meses. La tragedia de Ceuta. El PSOE, sin más, endosa los quince muertos a la guardia civil. Aquí paz y allá gloria. Afirma que los subsaharianos murieron como consecuencia de los disparos de pelotas lanzados por la guardia civil. Y piden airadamente la responsabilidad del Partido Popular. ¿Saben ustedes quienes gritan? Los que hicieron lo mismo en los años 2004-2006; los que pusieron las alambradas de cuchillas; los que callan los cinco muertos que ocurrieron en aquel entonces. El mismo partido que se negó a dar cuenta a las Cortes y que ahora intenta crispar el sentimiento de un pueblo. La mentira y la falsedad ha sido siempre la manera de actuar de ciertos partidos y personas. Hay que ver cómo se ataca a los que hoy gobiernan y cómo se les acusa injustamente. Basta asomarse a las tertulias y escuchar a ciertos tertulianos que no dejan títere con cabeza.
No debemos extrañarnos. Hay personas que no logran aquello que ardientemente desean y a lo que creen tener pleno derecho. Esta frustración les convierte en puritanos, siempre al acecho para enfrentarse a la autoridad y ridiculizarla. Es una agresividad enfermiza. Ni se estudia los hechos
Jaime García (Alcalde de Rafelbunyol)ni sus circunstancias. Se lanzan a degüello contra el que gobierna. Y esto, desgraciadamente, es el pan nuestro de cada día. Estas gentes nunca van solas. Saben muy bien a qué medios informativos acudir, medios prestos a favorecer a unos y a condenar a otros. El fin de todo esto es: “vete tú, que quiero ponerme yo”. Y para lograr este objetivo desollan al que gobierna, le critican sin más, exponen las verdades a medias y se desentienden de las circunstancias. Para esta gente todo es lícito con tal de lograr el poder.
Estamos en vísperas de elecciones. Veréis cómo se repite el fenómeno de culpabilizar de todo al gobierno. Ya se respira en el ambiente. Nadie discute que la democracia es un buen sistema político, pero no siempre son lícitos los medios que empleamos para su subsistencia.
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