Carmen Peris, edila de UPPA de Alboraya. FOTO EPDA Mamen Peris es la concejala de Hacienda del Ayuntamiento más endeudado de la Comunitat Valenciana, Alboraya. Casada y con dos niños, a sus 44 años ya lleva 20 ejercicio de abogada con despacho propio. No en vano, cuando su partido (UPPA), una escisión del PP, decidió un pacto a cuatro bandas dejando a su antiguo partido en la oposición, una de las medidas para dar ejemplo de austeridad fue la de que ningún miembro del equipo de gobierno cobrara del Consistorio, así como un ahorro en 600.000 euros anuales al eliminar todos los cargos de confianza y liberados de la etapa de Manuel Álvaro como alcalde. ‘‘Nunca he querido dejar mi profesión porque me da inedependencia económica y libertad y la política es algo sólo vacional y temporal’’, explica al inicio de la entrevista concedida a El Periódico de Aquí, que transcurre en su despacho del ayuntamiento.
-En 2007 se incorporó en el PP y gestionó Turismo. ¿Por qué abandonó el partido antes de terminar la legislatura, renunciando a su acta de concejal y todos los cargos, a nivel comarcal y regional?
-Por varias razones. La primera, porque estaba disconforme con el planteamiento que hizo Manuel Álvaro del Plan General de Ordenación Urbana, de cuyo contenido me enteré el mismo día. En segundo lugar, perdí la confianza en el alcalde cuando comenzó a tabajar en la empresa que se encargó del proyecto de traslado de Alcampo y del nuevo centro comercial. Un político jamás puede tener un cargo, siendo alcalde y presidente de la empresa pública, en una empresa que mantiene relaciones con el Ayuntamiento. Y, por último, no era partidaria del descontrol en el gasto pese a las advertencias desde Intervención.
-Y llegaron las elecciones, a las que se presentó por UPPA.
-Sí, hubo una batalla durísima contra UPPA, pero me sumé al mejor equipo de gobierno, formado por gente con ganas de trabajar por su pueblo y que no necesita de la política para vivir. Fue un momento difícil decidir si apoyábamos un gobierno continuista y presidencialista con nuestra abstención, con Álvaro de alcalde, o un gobierno excepcional porque la situación así lo requería. Después de un año, debo decir que se trata del momento histórico con mayor consenso -13 concejales-. Es un gobierno difícil, pero hemos aparcado las ideologías para trabajar por y para Alboraya. Es muy duro gestionar con la caja vacía y saqueada, pero en estas circunstancias es cuando sale el verdadero político, que se vuelca con imaginación y trabajo.
-¿Qué hay de positivo en esta situación?
-Hay una ventaja: nos permite eliminar el gasto superfluo y el control del gasto para frenar el endeudamiento. Estoy ya lo hemos conseguido. Hemos aprobado unos presupuestos reales, que corrigen los prorrogados desde 2007 y con un plan de saneamiento que establece las prioridades que el gobierno municipal debe tener. Hemos aprendido que la administración no puede ir sola, sino de la mano de la iniciativa privada en sectores como el turismo, la fiesta, la cultura o el fomento del empleo. Otra cosa positiva es la certificación de que la etapa del ladrillo ha terminado y los ingresos municipales no pueden depender del ladrillo. Debemos apostar por otros motores de la economía, como el turismo. Alboraya puede presumir de tener una playa fantástica, estar a 20 minutos de la Calderona y 7 del centro de Valencia, con su peculiar huerta y un bonito núcleo histórico. Hemos avanzado en su explotación, haciendo la huerta rentable con los huertos ecológicos, que permite mantener nuestra peculiar huerta; la conversión en viviendas, hoteles con encanto y restaurantes de las alquerías y los secaderos de chufa en horchaterías, todo ello en plena huerta, como el Sequer lo Blanc, por ejemplo. En la playa vamos a potenciar los eventos deportivos y estamos negociando con la Conselleria la conceción del puerto deportivo. En la anterior etapa, se centró la economía en el traslado del centro comercial, olvidando cosas pequeñas y sencillas que hacen que la economía esté viva. La época de los grandes proyectos ha pasado y nos ha dejado 144 millones de euros de deuda.
-¿Se puede salir del agujero?
-Sí, gracias a todas las medidas que hemos tomado, como el control de gasto, pues no se puede gastar más de lo que se ingresa. Se han actualizado también las tasas y los precios, aunque el IBI no se ha incrementado porque ya se actualizó la presión catastral. También se ha buscado la rentabilidad del patrimonio, unificando servicios y centralizando edificios para liberar algunos para poner en alquiler o a la venta, como hemos hecho con un local en Rey D. Jaime a través de un proceso público; el edificio que se hizo para Egusa, que costó 3’5 millones y sólo se pagaron 200.000 euros; el antiguo retén de policía de Port Saplaya; el edificio peculiar de la Patacona; o el edificio Partida de Santa Bárbara, para la Denominación de Origen, que tiene más de 600.000 euros de deuda, tras pasar la D. O. al antiguo despacho de alcaldía. También hemos eliminado todos los asesores y cargos de confianza, que suponían un gasto de más de 600.000 euros al año, cobrando por ejemplo el gerente de la empresa pública 77.000 euros al año o 60.000 euros al año el anterior edil de Hacienda, por no hablar de 10 personas adscritas al gabinete de alcaldía. Paramos el ERE que proponía el alcalde para tirar a 41 personas, que nos parecía inmoral manteniendo los sueldos y los cargos de confianza, máxime cuando además estábamos en la ratio que dice la FVMP.
-El Plan de Ajuste presentado por el Ayuntamiento ha sido rechazado por el Gobiernol. ¿Qué supone para Alboraya?
-El Estado ha dado a los ayuntamientos una muy buena oportunidad para que cobren los proveedores, pero no ha abordado el gran problema de la financiación loca, pues los ayuntamientos asumen muchas competencias impropias. Respecto al plan, hemos puesto los pies en el suelo, haciendo una radiografía de cómo está el Ayuntamiento, con una deuda de más de 6.000 euros por vecino, un total de 144 millones de euros, siendo el municipio de la Comunitat Valenciana más endeudado, dicho por la Sindicatura de Cuentas. Álvaro dejó hundida Alboraya.
-Pero, tal desastre, ¿tiene solución?
-Sí, con mucho control del gasto, austeridad y buscando ingresos. No podemos vivir con lo que nos da el Estado e impuestos directos e indirectos. Vamos a rentabilizar el patrimonio municipal y poner en marcha medidas concretas, como la revisión de los seguros que tiene suscrito el Ayuntamiento, así como la revisión de los contratos caducados o la eliminación de los asesores. Cuando cobren los proveedores vamos a buscar el máximo ahorro. Se está buscando la viabilidad de las empresas públicas que tengan autonomía. Todo elo sin mermar los servicios a los ciudadanos, aunque la época del todo gratis se ha terminado. Los recortes, eso sí, no afectan a las ayudas de emergencia en el apartado de Bienestar Social, que han aumentado. Hay situaciones que ponen los pelos de punta.
-El primer plan de ajuste tenía el informe desfavorable de Intervención y, por ello, presentaron un segundo que plantea un ajuste a 20 años, que ha rechazado el Gobierno.
-El primero no se podía cumplir tal y como está la tesorería. Por ello, desde la responsabilidad, presentamos un segundo plan que se puede cumplir y respetaría la ley presupuestaria. Lástima que esta ley no se haya aprobado hace 10 años, porque así políticos y gestores no habrían llegado a esta situación tan catastrófica. Este plan propone una excepción, porque justificamos lo mal que estamos y que sí podríamos pagar a 20 años. Un ejemplo es el soterramiento de las vías, que nos parecía muy bien, pero el Ayuntamiento asumía 35 millones de euros, de los cuales sólo pagó 8 y ahora nos genera 2 millones de euros en intereses además de la deuda. O la emprsea encargada del traslado del centro comercial dio 23 millones anticipados al Consistorio, que se han gastado. Este plan real, que nos ha costado un mes y medio trabajando mañana, tarde y noche, es real y no está basado en ingresos ficticios. Aunque en un primer momento se rechazó, las noticias más recientes que tenemos es que el Gobierno ha mostrado finalmente interés por este segundo plan de ajuste.
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