Susana Gisbert. EPDAQuizás
el interrogante despiste. Tal vez parezca que, con la que está
cayendo, soy tan ingenua de creer que es posible celebrar fallas en
marzo. Pero ni una cosa ni otra. Habrá que seguir leyendo para saber
a qué me refiero.
Está
claro que no hay posibilidad de celebrar las fallas en marzo. Pero
¿significa eso que habrá un marzo sin fallas? Pues, pese a lo que
digan los titulares, la respuesta es no. No habrá marzo sin fallas,
como no hubo julio, ni noviembre, ni diciembre.
Lo
que no veremos el mes de marzo serán los monumentos plantados en
cada barrio. No disfrutaremos de mascletás, ni oleremos las flores
de la ofrenda, ni comeremos buñuelos ni paellas. No brillarán
peinetas, ni bailaremos en verbenas, ni cenaremos en casales. No nos
queda otra. El maldito bicho ha impuesto su ley de silencio y dolor.
Pero
las fallas son mucho más que eso. Las fallas se viven todo el año,
y ni siquiera el coronavirus puede llevárselas, por difícil que
quiera ponérselo. Fallas son las reuniones de cada semana, aunque
sean a través de pantallas, la convivencia, aunque sea por chat.
Fallas es esfuerzo invertido en crear belenes preciosos, en hacer
teatro o declamación, aun sabiendo que flota el riesgo de suspensión
y que el público será poco o ninguno. Fallas es participar en
campeonatos, hacer muestras de indumentaria, reinventarse cada día y
adaptarse a las circunstancias, por adversas que sean. Fallas son
acciones solidarias, como donaciones de sangre. Fallas es mantener
viva la llama de lo que nos une y nos define a la espera de
volvérselo a mostrar al mundo.
Las
fallas son un pequeño universo con muchos satélites a su alrededor.
Indumentaristas, artistas falleros, floristas, orfebres, empresas de
eventos, de animación, proveedores, músicos y muchos oficios más
viven total o parcialmente de las fallas. Satélites que dan vida al
planeta fallero y sin el cual no pueden vivir.
Todas
estas cosas fueron las que, no hace tanto, hicieron que las fallas
fueran declaradas patrimonio de la humanidad. Ese día las fallas
dejaron de ser solo nuestras y pasaron a ser del mundo entero. Y al
mundo le debemos cuidarlas por más que el maldito virus las aceche.
Hay
fallas todos los días del año, porque hay falleros y falleras que
siguen luchando por mantenerlas. Esta pandemia nos ha robado mucho,
nos ha dado donde más duele llevándose a personas muy queridas. No
podemos fallarles y sucumbir. Por quienes se fueron, y por quienes
quedamos, hemos de seguir adelante, Porque, aún sin monumentos, hay
fallas todos los días del año.
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