Vicent Climent. EPDALlego al límite del tiempo del que dispongo para el envío de mi colaboración mensual para El Periódico de Aquí, y tentado estoy de pedir una prórroga que sé que es imposible. Pero si pudiera, la solicitaría, porque la actualidad está más o menos igual de imposible que mi utópico anhelo.
Sin ir más lejos, hace menos de una hora que he sabido que el Gobierno de España le va a decir a las comunidades autónomas que en adelante han de vacunar con AstraZeneca -la ‘low cost’- a los ciudadanos de edades comprendidas entre los 60 y los 69. Ayer era sólo para la gente de 60 a 65. Y hace dos días era para casi todo el mundo. Por lo menos, para todos los profesores y policías de menos de 65 años. Eso, un mismo gobierno, el que iba a tener vacunado al 70% de nuestra población adulta antes del verano. Y luego, después del verano. Y ahora, pues ya veremos.
Es el mismo que la semana pasada (la referencia es hoy, 8 de abril, día en el que entrego estas líneas porque no hay manera de lograr el aplazamiento) quería que tomáramos el sol con mascarilla, aunque fuera en una playa nudista; el que hace ya mucho no recomendaba el uso de ese adminículo ni aunque estuviéramos vestidos.
“Es que ahora sabemos cosas que entonces desconocíamos”, me dirá usted. “Nadie podía saberlo” es la expresión que nos acuñaron, como el menos exitoso “Salimos más fuertes”. Pero sí, ahora ya sabemos, sabemos de la inutilidad de algunos dirigentes -no sólo españoles- que se apoyan en científicos desconocidos (¿para cuándo el monumento en recuerdo del ‘Científico Desconocido’?).
Y si no, en investigadores que ahora dicen que algunas vacunas tienen alguna relación con algunos trombos. Ahora, ahora lo dicen, no cuando aprobaron el uso de ese preparado, que hubiera sido lo lógico, que hubieran consignado las contraindicaciones en el prospecto. No sé, pero si se piensan que estas cosas los ciudadanos no las notan es que hace mucho que no pisan la calle. Y si es así, estarán más guapos callados.
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