José Salvador Murgui.
Ya es jueves. Entramos en la recta final. Los momentos previos a la jornada
de reflexión y el día de la elección. El día de las verdaderas encuestas, el
día que habla el pueblo.
Personalmente, considero que ha sido una campaña diferente, novedosa y
nueva. Cargada de sensaciones, silencios, miradas de complicidad y comentarios
en nota de realismo e incertidumbre.
La tan “manida” palabra cambio, afloró muchas veces en los labios de las
personas. La prudencia a la hora de evaluar resultados es incierta y los
temores al qué pasará dentro de unos días son lastimosos.
Mi campaña ha sido limpia; así he intentado y he luchado por que fuera. Mis
palabras fueron para presentar un programa realista y elaborado en el que un
gran equipo humano ha trabajado pensando en su pueblo, donde las miradas de
todos están puestas en un Casinos nuevo, transparente, con paredes de cristal,
capaz de ser un espejo donde todos se vean reflejados.
¿Queremos dar un paso adelante y exigir que nuestras Instituciones sean de
todos y para todos? ¿Queremos, conscientemente, quedarnos donde estamos para
ver como con resignación “lo arreglamos”, si es que tiene arreglo?
Decía la cantante Mari Trini, hace muchos años, en una canción que me viene
a la mente en estos momentos de campaña electoral: “Es la hora y yo confieso y
confieso a mi manera al oído del que escucha la verdad de mis miserias.
Confieso haber corrido sobre caminos de hierba sin mirar alrededor donde la tierra
se agrieta y confieso sin temor que el orgullo y la soberbia han sido mi
Rocinante, mi montura y mis espuelas”.
Es una confesión de la década de 1970, pero la veo tan actual que es una
buena reflexión para el final de una campaña, como decía, cargada de
sensaciones.
Las campañas electorales no son de quince días. Las campañas son de cuatro
años, de no quedar insensible ante el clamor de las personas; son campañas de
atender todo lo que llevas marcado en una hoja de ruta que se llama “programa
electoral” y, finalmente, las campañas electorales, más que para prometer,
deben servir para rendir cuentas.
La confesión de Mari Trini en su canción continuaba explicando: “Confieso
haber mentido a quien la verdad pidiera de haber vestido al pobre por no
mirarle siquiera, y confieso mis errores porque mi final se acerca y le tengo
miedo a todo y el último acto llega… Es mi hora, yo confieso…”.
Esta es la hora de todos nosotros. Para unos, posiblemente, el final se
acerca. Para otros, es el inicio de una etapa nueva en sus vidas y, para otros,
puede ser el ocaso de su carrera política que, con la velocidad que se
desintegra un astro, se desintegra la misma, porque además de los ingredientes
que confesaba Mari Trini, se suma el borrón imparable de la corrupción y la actuación
de la Justicia.
Es mi hora, la tuya, la de todos, pero no de confesar, sino de empezar a
trabajar para que un mundo nuevo irrumpa en nuestros pueblos y en nuestras
ciudades. Todos los programas son muy buenos, formidables, pero aquí solo hay
un objetivo: EL BIEN COMÚN, y eso se traduce en trabajo, consumo y bienestar.
Los jardines bonitos, las decoraciones locales, los pueblos limpios... Pero,
como me decía el otro día privadamente una persona por Facebook: “De
apariencias no podemos vivir”.
Y acabo confesando que tengo dos enemigos; dos enemigos que no me dejan
dormir que son la CORRUPCIÓN y el DESEMPLEO. Pienso que esos enemigos no
son míos, son de todos.
Si en esta campaña de sensaciones logramos enterrar estos enemigos y el
domingo somos conscientes de votar con la mente fría y el corazón en su sitio,
mirando con humildad lo que es mejor, no para mí, sino para Casinos,
seguramente, el lunes tendremos la sensación de que hemos hecho todo lo posible
para que nuestro mundo sea un poco mejor.
El silencio es mi aliado, la prudencia mi virtud, lo que yo dé a Casinos que
sea lo mejor para él, lo que creo que necesita en este momento decisivo de su
historia.
Campaña de sensaciones, campaña de equilibrio, campaña limpia en favor de
nuestro pueblo.
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