'Monkey see, monkey do'

Hace un par de tardes salí con Claudia a hacer unos recados por el barrio. Con esto de que anochece más temprano daba la sensación de que fuera más tarde, pero en realidad poco pasaba de las seis. La niña iba entusiasmada arrastrando el carro de la compra que, al estar vacío, era más propenso a dar tumbos y atropellar aparatosamente a cualquiera que pasara por su lado. No debería extrañarme: a los tres años llega el reclamo de la independencia, lo que conlleva su firme negativa de cederme la conducción del vehículo. Por lo que, pese a los daños colaterales, la única opción que me queda es aplicar la amnistía y suplicar clemencia a aquellos que sufren algún roce. —Disculpe, ¡es que todavía no tenemos el carnet! —un poco de humor para quitar hierro al asunto. Algunos me ofrecen una sonrisa compasiva. Otros parece que nunca han sido niños.

Llegamos al paso de peatones. Prueba de fuego. Confieso que, a veces, tengo que cogerle de la coleta para que se detenga. Las madres ponemos en marcha cualquier mecanismo cuando se trata de la seguridad de nuestros hijos. —Red means stop, green means go. Do you remember? —le pregunto. Pero poner a prueba la estabilidad del carrito parece más interesante. Conforme pasan los segundos se van acumulando peatones. Algunos circulan solos aunque la mayoría, llegamos con niños pequeños. Terminan de pasar los últimos vehículos, pero el rojo del semáforo sigue tiñendo los edificios. Con la oscuridad incipiente y las miradas de los menores ignorarlo resulta todavía más punitivo.

Pero ahí llega, la señora que parece que no ha visto que somos al menos diez papás y mamás recitando en voz alta que en rojo no podemos pasar y cruza sin ni siquiera hacer ademán de detenerse. Los pasos de cebra son esas varas de medir el civismo de cada uno. El respeto, la empatía y el compromiso de la sociedad con la educación de nuestros menores que observan todo. ¿Cuántos 'pasos de peatones' cruzamos al día? Si a usted le da igual ahora, luego no se queje de los jóvenes.