El candidato de Podemos a la presidencia de la Generalitat, Antonio Montiel. EPDAAntonio Montiel nació en 1958 en Jaén. En 1964 su familia se vino a vivir a Valencia. Estudió Derecho y Ciencias Políticas. En 1977 vivió en la avenida del Seminario de Moncada y en 1979 se integró en asociaciones vecinales de la localidad que organizaron la transición. En 1982 aprobó las oposiciones y en 1983
comenzó a trabajar como secretario municipal. Como tal ha pasado por varios ayuntamientos, el último el de Albal, donde solicitó excedencia en enero. Trabajó también en la Conselleria de Obras Públicas y Bienestar Social. Ejerce de abogado y es profesor asociado en la universidad. Es el candidato de Podemos a la Generalitat Valenciana.
-Las encuestas le dan a Podemos la segunda o tercera posición en las elecciones de mayo y podría ser clave en la formación del próximo gobierno. ¿Cuál sería su socio ideal?
-Mi socio ideal es la gente. Estamos ante un cambio electoral, de ciclo y del régimen bipartidista del 78, que ha colapsado. No creo que podamos afrontar la situación con los modos de la vieja política. Hay que trabajar a partir de cambio y programa, viendo qué necesita la gente e introducir medidas para ayudar a las familias que han sufrido la miseria económica y la mala gestión y recuperar las instituciones y la vergüenza. Hemos sufrido
una estafa colectiva. A partir del día 25 estaremos donde nos coloquen los ciudadanos con su voto y habrá acuerdos en base a programas y no a soluciones tradicionales.
-¿En qué circunstancias pediría Podemos la presidencia del Gobierno valenciano?
-La única preocupación es afirmar que quienes nos han traído a este estado de miseria política, económica y moral no están legitimados para seguir gobernando. Tenderemos la mano a aquellas fuerzas que estén dispuestas a facilitar ese cambio y, así, conseguir recuperar las instituciones para los ciudadanos.
-¿Eso excluye al PSPV?
-Esperemos que sean capaces de aceptar la mano que tenderemos para hacer política de otra manera. Si salen de esa posición subalterna de 20 años y suscriben la propuesta programática, por qué no.
-¿Cómo definiría ideológicamente a Podemos?
-No tenemos ningún empeño en situarnos en los ejes tradicicionales. Somos un partido de valores, no ideologías. Todas las personas que lo componemos tenemos una historia. A mí, por ejemplo, la muerte de Franco me pilló como representante de los trabajadores en Ford. Ya había tomado posición. En 1977 formaba
parte de los movimientos que preparaban el cambio y las primeras elecciones municipales. Todos tenemos una trayectoria y experiencia profesional y social. Eso es lo importante. Defendemos unos valores y queremos construir un proyecto de mayorías. No se puede construir el futuro erigiendo trincheras.
-Da la sensación que Podemos ha utilizado varios eslóganes y palabras simplistas, como la casta o cambiar la vieja política, para captar votos entre el desencanto de la gente por la crisis y la corrupción, pero ¿cuáles van a ser los ejes de su programa electoral?
-Estamos trabajando en el programa, que estará terminado en unas semanas. Será reflejo de las inquietudes de la sociedad golpeada por la crisis y los recortes y la prepotencia del PP. Estamos recibiendo las sugerencias
de Cáritas, Intermón, pequeños empresarios y autónomos. Nos reunimos con Lambda, Amnistía Internacional, la PAH. Estamos traduciendo, sistematizando una reclamación colectiva por la recuperación de las instituciones y yo creo que al final lo importante del programa va a ser ubicar un espacio de la ciudadanía, la sociedad, en el que pueda apoyarse muchísima gente.
-¿Por qué Podemos no se presenta a las elecciones municipales con su marca?
-Porque lo decidió colectivamente en Vista Alegre. La organización no estaba preparada para afrontar en esos momentos unas municipales. Creo que esa decisión era acertada en ese momento y ahora hay muchos compañeros que les hubiera gustado presentarse como Podemos. La apuesta estratégica era crear candidaturas amplias colectivas. Lamentablemente, no ha sido posible en la mayoría de localidades porque los partidos tradicionales han concurrido con su marca. Celebramos la aparición de agrupaciones de electores y las reconocemos como las fuerzas de cambio. Pero el partido no va a ser el paraguas de esas candidaturas.
-¿Temen que sea un coladero de personas que quieran utilizar la marca para vivir de la política y las han impedido para evitar que se dañe la imagen del partido de cara a las elecciones generales?
-El mundo local tiene unas particularidades que hace que sea un territorio diferente en cada localidad. Queríamos dar un espacio a la gente y que eligiera la forma más idónea para sumar. Es evidente que no somos
un partido tradicional. No tenemos militantes ni estructura que controla a las personas que se inscriben. Y eso podía ser un problema.
-¿Qué es para usted la casta?
-Para mí la casta es más que un grupo de personas. Es una cultura, una forma de hacer política
que ha pervertido la democracia. Escribí un artículo que hablaba de los partidos burbuja, con los que se produce un aislamiento respecto a la sociedad y se produce una solidaridad corporativa entre políticos a la
hora de defender privilegios que abundan en una especie de prepotencia que les hace despreciar a quienes representan. Es un modo de hacer, más que de personas concretas. Es la alianza de los políticos con los grandes intereses económicos.
-Supongo que habrá leído en los medios cómo le han acusado ya de ser casta, al recordar que fue asesor de Lerma al principio de su gobierno.
-Hay una confusión en eso. Aprobé las oposiciones de secretario en 1982 y trabajé en Xeresa con alcalde socialista y en Montaverner con alcalde popular. He trabajado como funcionario con alcaldes del PSOE, PP y Bloc y con todos he aprendido. En 1989 la Generalitat convocó plazas abiertas a funcionarios, me presenté
y entré en la Conselleria de Obras Públicas como jefe de sección de Expropiaciones y en 1992 me propusieron la gerencia de la Oficina RIVA, estando Burriel como conseller y Lerma de presidente. Después seguí con el PP estando Cartagena como conseller y Zaplana de presidente. Estuve sólo 9 meses, pues me cansé de pedir informes y que se transfirieran ayudas a las familias para rehabilitar viviendas. Al final, como no me hacían caso, dimití y me fui a la dirección general de la Mujer de Bienestar Social. Después me llamaron del Ayuntamiento de Denia.
-Supongamos que PSOE, Compromís y Podemos logran un resultado similar. ¿Quién debería ser presidente de la Generalitat? Se ha publicado que ha pactado con Mónica Oltra que sería ella.
-No he hablado ni con Ximo ni con Mónica. Nosotros no hablamos de cargos, sino de programas. En última instancia los posibles pactos los tendrán que ratificar la asamblea ciudadana. Sería irresponsable hablar de ello. De pactos se hablará tras las elecciones y la última palabra la tendrá la gente.
-Al PP ya lo ha descartado, pero ¿Ciudadanos también está fuera de la quiniela de posibles socios?
-Ciudadanos no es una fuerza de cambio, es un plan Renove del PP. Hay personas que nutren la alternativa, que representan una forma viejuna de hacer política. Su programa tiene una gran diferencia con nosotros. Luchamos contra la desigualdad, mientras que Ciudadanos lucha más por un programa económico que beneficia a sectores más vinculados con la empresa.
-Bolivarianos, populistas, chavistas... ¿cuántos calificativos peyorativos ha escucado para referirse a Podemos?
-Muchos, pero al final hay una cosa que decía Pablo (Iglesias): el miedo ha cambiado de mando. Estos calificativos denotan la necesidad que tienen muchas fuerzas de buscar argumentos a miles de kilómetros para descalificar a Podemos. Esto demuestra inquietud.
-Se habla mucho de la corrupción de los políticos, pero usted que ha sido secretario municipal y conoce la función pública. ¿También hay corrupción entre los funcionarios?
-Hay un trabajo estadístico muy importante que se concretó en el libro ‘La calidad democrática en España’ en 2010, que llegaba a la conclusión de que la percepción de los ciudadanos sobre la función es mucho mejor que de los políticos. Hay muy buenos funcionarios que tienen una gran disposición al servicio público. En muchos ayuntamientos los funcionarios se han visto en situaciones terribles. Y algunos, laminados por consellers. Un ejemplo, los 9 meses que nos mandaron al ostracismo a un equipo de 23 personas y miles de millones de pesetas. Pasé nueve meses sin una instrucción, ni directriz, ni se tramitaban los expedientes. Todo porque, como me confesó un director general, el conseller le dijo que a mí, ni agua. Fue capaz de fastidiar a los valencianos sólo para desacreditar a un funcionario. En la función pública hay muy buenos profesionales, hartos, marginados por el gobierno valenciano, que es incapaz de atender la administración y más preocupado por los negocios de los amigo.
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