Amparo Folgado. /EPDA Un año más nos acercamos al mes de marzo y, con permiso de las Fallas aquí en Valencia, una cita destaca en el calendario del tercer mes del año: el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo. Un día en el que conmemoramos el esfuerzo y sacrificio de todas las mujeres, que en cualquier ámbito y desde cualquier origen, contribuimos a que este mundo siga su devenir día a día, intentando que sea un poco mejor, o por lo menos lo más justo y equitativo posible. Una jornada que no debería quedar sólo para una fecha dentro de los 365 días del calendario, sino que ha de permanecer latente, como es normal, durante todo el año.
Las mujeres jugamos un papel trascendental en esta sociedad, como venimos demostrando durante toda la Historia y como hemos dejado más que claro estos últimos tres años con una pandemia de fondo, y de igual al igual con el hombre, avanzamos, construimos y hacemos prosperar la era que nos toca vivir en cada momento. No necesitamos que nada ni nadie nos reconozca nuestra labor y nuestro lugar en este mundo, porque eso supondría aceptar nuestra dependencia de otras personas, ya sean otros hombres u otras mujeres. Actuamos conforme a nuestro propio conocimiento, vivimos bajo nuestra propia responsabilidad y capacidad, sin ligazones ni yugos ajenos.
Actualmente, muchos grupos que se denominan feministas, chocan frontalmente contra los principios de este movimiento ya que, en el fondo, no pretenden otra cosa más que imponer al resto de la sociedad, y a las mujeres en particular, su forma de vida, sus decisiones y su pensamiento, atacando directamente al principio de libertad de cada individuo, y en este caso de cada mujer. Estamos viendo cómo estos grupos, bajo el enunciado de salvaguardar los derechos las mujeres, está llevando a labor acciones y decisiones sectarias que, en vez de defenderlas, están yendo de frente contra este acervo de libertades. Véase el caso de la ‘Ley del Si es Si’, que pone su objetivo en delincuentes sexuales y maltratadores, pero, paradójicamente, para beneficiarlos.
Todos hemos de ser libres de actuar, de pensar, de vivir conforme a nuestra voluntad y decisión, con respeto hacia la libertad del contrario porque, otra cosa, sería totalmente diferente a lo que defiende la civilización y el pensamiento occidental. Las mujeres somos capaces de todo, de lo que cada una desee y a lo que cada una aspire, sin necesidad de tutelas por parte, ni de hombres ni de otras mujeres. Las cuotas y las imposiciones van en contra del esfuerzo, de la capacidad y del talento de las mujeres, porque ninguna ley ni institución ha de decidir dónde estamos o no estamos las mujeres.
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