Eduardo del Pozo Querol /EPDANos quejamos, en redes sociales y en la calle, del funcionamiento de nuestra sociedad, de los avatares y decisiones políticas, y, sobre todo, de las corruptelas de los partidos políticos.
Si eres de izquierdas, con las corruptelas del partido de la derecha puedes armar un ramillete de casos y hacer otro de recambio por si se te estropea. Si eres de derechas, puedes hacer con el partido de izquierdas lo mismo. Incluso si no sabes hacer facturas falsas, te pueden indicar donde tienen su sede, para que puedas ir a que te enseñen. Además, los unos y los otros, saben cómo financiarse a cambio de prebendas.
Para rizar el rizo, tenemos a un partido tan feminista que, al legislar, su extremismo le lleva a cometer errores de tal calibre que los condenados por agresión sexual salen en libertad o se les rebaja la pena.
Pasan legislaturas y estos partidos no hacen propósito de enmienda. Las urnas no castigan con rotundidad ni sus despropósitos legislativos ni sus desgobiernos ni sus corruptelas.
La soberanía reside en el pueblo. Pero, elección tras elección, vemos que, tanto a la izquierda como a la derecha, muchos ciudadanos están encasillados y acuden a las urnas a piñón fijo. Está cesión persistente de la soberanía hace que pase de forma expresa a ser compartida por los partidos políticos.
Tanto unos como otros potencian la división social, con el fin de mantener prietas las filas de sus correligionarios ante las urnas.
La lucha por el poder nos lleva al esperpento político, plasmado en la reforma del delito de malversación, el de sedición, en la división de poderes, en la politización de la justicia y en ver cómo se reparten los dineros públicos, pensando en su utilidad política.
El ansia de los unos y los otros por ampliar su espectro electoral los lleva a bombardear, de forma conjunta y continúa por tierra, mar y aire, al partido que propugna una división de poderes real, la transparencia y eficacia en la gestión, que no está por dividir, sino por aunar esfuerzos, que es constitucionalista, europeísta, centrista y liberal.
Ciudadanos, un partido diezmado ante tanto bombardeo, pero necesario y útil para mantener el equilibrio en una sociedad polarizada. Los liberales han cogobernado en cuatro comunidades autónomas, demostrando saber gestionar lo público con eficacia, lealtad, transparencia y sin corruptelas.
Cuando nuestra memoria no sea tan cortoplacista y utilicemos más a menudo la hemeroteca, dejaremos de quejarnos. Porque entonces comprobaremos que nada cambia si nosotros no cambiamos, y tenemos lo que votamos.
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