La fiscal valenciana contra los delitos de Odio, Susana Gisbert. EFEEl otro día vi. a ese señor que cada vez que sale en la tele hace que me ponga a temblar, y volvió a sorprenderme. Era la enésima comparecencia del director de la OMS, que ya se ha convertido en una presencia constante en nuestras vidas y nuestras pantallas, y nos conminaba a emular a Napoleón para saludarnos y a desterrar ese gesto con el codo que ya habíamos adoptado, aunque al principio fuera a regañadientes. Y de pronto pensé que, si aquello fuera una película, se llamaría “Napoleón returns”. O “Vuelve Napoleón”, claro está, aunque en inglés parece que tenga más tirón.
No hacía falta ser un genio para pensar que, salvo casos de una extensión desmesurada de los brazos, el choque de codos infringía la distancia recomendada, aunque creo que no fue por eso, o no solo por eso. Ahora hay que llevarse la mano al pecho como deportistas emocionados ante el himno patrio, o como si fuéramos el mismísimo Napoleón Bonaparte en la imagen de él que ha pasado a la posteridad.
Recuerdo que, cuando era niña, el prototipo del loco de manicomio que salía en los tebeos era el que se creía Napoleón, y andaba por ahí con la mano en el pecho mandando a diestro y siniestro, ante las risas generalizadas. La verdad es que, al margen de los muchos filtros de corrección política que esa imagen no pasaría, resultaba muy expresiva. La asociación de ideas entre esa imagen del emperador francés y la locura era instantánea.
Hoy me acordé de todo aquello, imaginando un mundo donde todo el mundo nos llevamos la mano al pecho para saludarnos, un mundo que será una realidad en nada. Y me parece una locura, sin duda. Una muestra de la inmensa locura en la que se ha convertido nuestro mundo.
Sigo echando de menos los abrazos, los besos y un contacto físico que nunca valoré en la medida que debía hacerlo. Pero me quedaré con el dicho de que nunca es tarde si la dicha es buena, y esperaré que ese “tarde” sea lo más pronto posible. Porque, volviendo al refranero, la paciencia es la madre de todas las ciencias.
Mientras tanto, toca adaptarse a la nueva consigna. Ya llegarán tiempos mejores para el contacto humano. De lo que se trata es de vivir para llegar a ese momento. Y para eso, lo único que necesitamos es tener, además de paciencia, prudencia. El final de esta pesadilla está más cerca, y cada día avanzamos un paso más para lograrlo. Aunque sea con la mano al pecho.
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