Final de vías de Nazaret. EPDAPasear observando te ayuda a apreciar los cambios en tu ciudad. Necesita su tiempo, dejarse los cascos del móvil en el bolsillo e ir lo suficientemente lento como que para te fijes y tu mente mastique aquello que ves. Se trata de una forma de disfrutar, de contemplar, de curiosear. Por ese motivo esta sección tiene como cabecera Curioseando Valencia. Porque vamos a hacerlo. Sin buscar historias del pasado ni previsiones para el futuro. Solamente presente.
Empezaremos por uno de mis recorridos favoritos: del puente de las flores hacia Nazaret bordeando Les Moreres, con subida posterior por la pasarela, inicio de la avenida del puerto y trasiego por Grao, Canyamelar y Cabanyal. ¿Ambicioso? Llegaremos hasta donde podamos. El resto quedará para otro día.
El jardín del Turia resulta suficientemente conocido como para detenernos en pormenores. Aunque no puedo evitar citar tres detalles que me llaman la atención de este tramo: el Neptuno enorme que se posa sobre un estanque en el que el agua no le cubre ni los tobillos, el barecito situado a la altura de la rotonda del Parotet que tiene una de las terrazas más cundidoras del cauce y las ramas de sicomoro que parecen una anaconda y que en realidad constituyen una obra de arte del artista Bob Verschueren. Bueno, no quiero olvidarme del increíble Jardín de Astronomía, detrás del Umbracle. Ni de la casa de compuertas, dejado a la derecha el museo Príncipe Felipe. Y no sigo porque no pararía.
Una vez atravesada toda esta zona salimos hacia el Oceanogràfic y subimos por el puente que se eleva desde la calle Eduardo Primo Yúfera. Sí, ese que teóricamente es peatonal y que, pese a ello, contiene unos antiguos raíles de tranvía y un tramo de césped artificial. Desde allí no puedo evitar que se me fruña el ceño cuando giro la cabeza hacia la derecha y veo la retahíla de naves industriales abandonadas en la entrada de la pedanía de La Punta. Abriendo el camino, el esqueleto de Fomesa.
Bajamos por la calle Les Barraques de Figuero, en pleno e inacabado plan de actuación urbanística de Les Moreres, donde se intercalan calles y solares. La línea 95 hace las veces de bus turístico por esta zona de degradación. Pero de este espacio y de todo lo que fue el circuito ya escribiremos en otro Curioseando, que nos queda todavía mucho trecho.
Todo cambia al entrar en Nazaret. No tiene pérdida. Basta seguir las antiguas vías por la calle Fontillas para desembocar en el mercado. Con cinco puestos abiertos cubre la demanda básica. Tiene frutas y verduras, carne, pescado, panadería y frutos secos. Aquí siempre me planteo dos opciones: o lo atravieso y me paro en el tramo peatonal de la calle Dalt de la Mar, con su marinera iglesia de los Desamparados en la plaza del Santísimo Cristo, o tuerzo antes hacia la izquierda por el carrer Major, paso junto al antiguo hospital de la Sang y me paro en el forn El Chato para comprar una napolitana de jamón york y queso.
Voy ahorrar los detalles de cómo cruzo el puente y marcho hacia el Grao. Allí, dejo a la derecha el edificio del Reloj que diseñó García de Membrillera, con su imagen divina de Mercurio, y me meto unos metros por la avenida del Puerto. Poco. Hasta la plaza del Tribunal de las Aguas, con la iglesia de Santa María del Mar y su singular fuente lateral donada por Dionisio Bello, que fue la primera de agua potable de la zona. Por cierto, tengo pendiente hablar con Jesa, la sacristana, para que me enseñe el transagrario de la iglesia, como hace con cualquiera que lo solicita. He leído maravillas. Y no dejo de entrar en las atarazanas, claro, sobre todo si es domingo y la visita es gratuita. Pensar que en el siglo XV llegaba el agua hasta allí…
Se me va acabando el espacio y todavía me queda mucho recorrido. O regreso por los tres kilómetros de la avenida del puerto, pasando por la calle Aben-al-Abbar (me gusta repetir su rimbombante nombre) o giro por Cristo del Grao, en cuanto paso Santa María del Mar. Opto por la segunda opción. Dejo atrás la destartalada plaza de Joan Antoni Benlliure y pienso en cómo quedará el mercado del Grao cuando lo rehabiliten (espero que llegue ese día). Enfrente, tres tabernas cuyo nombre deja clara su tradición: La Fábrica, El Clavo y La Peseta. Vaya. Se me ha hecho tarde. Aquí me quedo. Continuaremos el próximo día.
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