Miguel Á. Martín
Hace ya algunos años que
las diferentes administraciones públicas se dotaron de herramientas para el
control del tráfico en carreteras y ciudades. Los conceptos han ido evolucionando
y desde una cuestión únicamente punitiva y sancionadora se pasó a otras de
carácter más integral y preventivo: Las Grúas Municipales no solo recogían a
los aparcados en doble fila, sino a aquellos que de manera incívica aparcaban
sobre las aceras o en los pasos de cebra dificultando el tránsito de ciudadanos
de a pie o de otros con dificultades de movilidad; las Zonas Azules en
principio eran medidas disuasorias para acercarse el centro de las ciudades
con el vehículo particular, iban acompañadas de medidas favorecedoras del
trasporte público urbano; Las ITV se diseñaron para garantizar que los
vehículos que circulaban por nuestras carreteras y calles se encontraban en
condiciones óptimas de circulación, garantizando así la seguridad de todos y
todas. En el principio de todo, estos servicios fueron diseñados desde lo
público y gestionados por lo público.
Pero llegó un momento, en
el País Valencià coincidió con la llegada del Zaplanismo al poder, en el que
este paraíso del liberalismo en que se convirtió nuestro país, decidió que
todo se podía poner en manos del mercado. Las ITV se privatizaron, (que se lo
digan a la familia de Cotino), las Grúas Municipales también, las Zonas Azules
también e incluso se ampliaban, no por formar parte de un Plan de Movilidad
Municipal sino por recomendación de la propia empresa privada que las
gestionaba.
Por lo tanto se perdió el
objetivo original, el puro negocio desvirtuó el uso. Ahora que tanto gusta
poner ejemplos sobre la economía familiar, ninguna familia cedería a otros un
negocio del que pudiese ganar el 100% para ganar solo un 20%. Pero cuestiones
crematísticas aparte, que son importantes en la gestión de lo público, la puesta
en el mercado hace que se desvirtúe su creación y su objetivo. Lo importante
ya no es racionalizar el tráfico y pacificar nuestras ciudades, lo importante
es recaudar. Y lo más grave, las empresas concesionarias son las que a partir
de ese momento marcan la pauta, incluso de las subidas de tarifas, con el
beneplácito de los amantes de la mano invisible. Sí que importa el color del
gato, y si caza ratones para sobrevivir o por vicio. Si esto importa en la
gestión del tráfico de una ciudad, imagínense cuando se habla de la Sanidad, la
Educación o nuestras Pensiones.
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