Loreto Ochando.
Los ángeles existen.
Los ángeles existen, trabajan en la Unidad de Neurología del Hospital La Fe y
no tienen alas sino batas blancas y fonendoscopios. Con nombres simples como
David, Javier o Miguel revolotean sin cesar por los pasillos salvando vidas y
mejorando la calidad de vida de sus pacientes.
Ellos son la sanidad
pública, nuestra sanidad pública, la de todos. Esa sanidad tantas veces
denostada por los de arriba y que, a día de hoy, se encuentra en la UCI
pendiente de un hilo por culpa de tecnócratas que no saben distinguir un
catéter de una vía o una fractura de un infarto, pero que con su sola firma
hacen cambiar un sistema que hasta hoy ha sido la envidia del mundo entero.
El sábado pasado mi
vida cambió. Mi padre, Manolo, dijo a las cuatro de la tarde que se encontraba
mal, 25 minutos después una médico del SAMU le diagnosticaba un accidente
cerebrovascular. Según todos los libros de medicina, cuando se produce un
ictus el tiempo es oro. Pero para algún iluminado del Gobierno Valenciano un
enfermo con ictus no es un paciente vital y no se le puede trasladar en SAMU.
No voy a contar la
angustia de la espera porque no hay palabras. Solo voy a decir que espero que
ese tecnócrata nunca tenga que pasar por lo que mi madre y yo pasamos el
sábado. Y que no me vengan con excusas económicas, porque a mayor gravedad,
mayor coste sanitario del paciente y, sobre todo, peor calidad de vida del enfermo,
aunque creo que eso poco les importa.
En mi caso, y
gracias a la sanidad pública, mi padre está vivo y relativamente bien. La
rapidez y la eficacia demostrada por el SAMU, por el servicio de urgencias del
Hospital Peset y por el Servicio de Neurología de La Fe son indescriptibles.
Para todos vosotros
solo tengo una palabra: GRACIAS. Gracias a los médicos, enfermeros,
auxiliares, fisios y demás personal del hospital por vuestra rapidez. Gracias
por vuestra eficiencia. Gracias por el trato. Gracias por ser como sois.
Gracias por mantener en pie nuestro sistema público de salud pese a todo.
Gracias al Servicio de Neurología de La Fe por ser mis ángeles particulares.
Gracias, gracias y más gracias.
Por último, a los
que mandan solo les deseo la mitad de mi sufrimiento, que con eso creo ya van
listos.
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