Cristina Ramón En un año en el que ya hemos sufrido un confinamiento domiciliario de tres meses y cuando la sombra de un segundo encierro se cierne sobre nuestro país, el deporte se convierte en algo primordial. Todos debemos hacer ejercicio cada día para sentirnos mejor, mantener el cuerpo activo en una época en la que la movilidad en espacios públicos está reducida a la mínima expresión y también como válvula de escape ante las lógicas preocupaciones que conlleva la crisis sanitaria del Covid- 19. Pero si es importante que los adultos hagamos deporte, lo es todavía más en el caso de los más pequeños, ya que un estudio de la Sociedad Española de Cardiología ha determinado que cerca de un 40% de nuestros niños padece sobrepeso.
Cada vez más, las nuevas tecnologías y las redes sociales se están imponiendo frente al deporte en el tiempo de ocio de nuestros niños y jóvenes. Aunque hace unos años, cuando un niño quería hacer deporte sus padres lo apuntaban a una extraescolar o al equipo del barrio, los niños y adolescentes de hoy en día prefieren ir a casa al salir de clase para poder jugar y pasar tiempo delante del ordenador o de la consola. Y esto es altamente peligroso. El sedentarismo que viene aparejado a la adicción a los videojuegos como ‘Fortnite’ y ‘Among Us’, sumado a la mala alimentación, es la principal causa de la obesidad infantil. Desde los colegios se debería enseñar nutrición y buenos hábitos a los niños, para que aprendan a comer de forma saludable y equilibrada, combinándolo con el deporte. En casa, el trabajo de los padres será consolidar esa tarea iniciada en el centro educativo, favoreciendo que el niño coma más fruta y verdura que chucherías y no dándole fast food como método rápido para hacer que su hijo deje de protestar cuando ve en el plato algo que no le gusta.
En lo relativo a nuestras niñas, sucede algo que deja en evidencia un poso de clasismo en nuestra sociedad. Todavía hay muchos padres que consideran que el deporte es algo de hombres y que, por tanto, sus niñas no deben inmiscuirse, ya que nunca podrán competir al mismo nivel que sus homólogos masculinos. Esto es algo que todos deberíamos desterrar de nuestro imaginario. Hombres y mujeres tenemos el mismo derecho a la práctica deportiva y a alcanzar el máximo potencial en cualquier disciplina. Si una niña quiere ser tenista, jugar al baloncesto, a fútbol, practicar atletismo o dedicarse a cualquier otro deporte, está en todo su derecho y sus padres no deberían cortarle las alas. Esa pequeña tiene las mismas capacidades que su hermano, su primo o cualquier amiguito del cole para competir y destacar en cualquier deporte que se proponga.
Todos debemos entender que el triunfar en el deporte no tiene nada que ver con ser chico a chica, si no con el trabajo duro, muchas horas de entrenamiento y por supuesto, el talento, que no es inherente al sexo masculino. El esfuerzo, el no rendirse, el buscar superarse en cada reto es lo que hace que una persona, se llame María o se llame Pepe, consiga su objetivo y llegue al primer cajón del podio. Nuestras deportistas no están ahí por casualidad, sino porque se lo curran cada día para llegar a lo más alto, deslumbrando a propios y extraños en cada competición. Mostrémosles ese ejemplo a nuestras niñas para motivarlas y meterles el gusanillo del deporte en el cuerpo y también a sus padres para que lo acepten como algo normal en la vida de sus hijas. Su salud y los aficionados al buen deporte se lo agradecerán.
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