Murgui, siempre al teléfono. FOTO EPDA
No es tiempo de insultos, tampoco de meternos con él
“de enfrente” y mucho menos de afear conductas que están por
llegar.
Es más tiempo de reflexionar y callar, porque a estas alturas
del año, ya no se pueden paliar los daños hechos hace uno, dos o tres años.
Es tiempo de dar la cara, mirar a los ojos, y corresponder las acciones
realizadas con las repercusiones obtenidas. Quien obró bien recibirá su
premio, con toda seguridad, quien actuó con dejación de funciones seguramente
será recordado por esa dejación.
Son tiempos de destronar la oligarquía allá donde se hubiere
ejercido. Es tiempo de rendir cuentas económicas, humanas, sociales, es
tiempo de reflexión, pero jamás es momento para enzarzarnos en vanas
discusiones que empañen el buen hacer, el buen obrar o incluso el buen fin de
las personas.
No me centro en ninguna declaración de nadie, basta solo con
leer algunos titulares de prensa donde se “tacha” al otro de lo
que me imagino que puedo tacharlo para “desgastarlo” ante ciertos
públicos o sectores de electorado. Hay cosas que son tan personales que no se
pueden plasmar en ninguna doctrina política.
Pero antes de lanzar las campanas al vuelo, debemos mirar
como esta nuestro campanario, y debemos comprobar con certeza que nuestro
sonoro badajo, está en plenas condiciones para cuando golpee la campana suene
con la fuerza necesaria para atraer al pueblo. Si el badajo de la campana se
suelta a la velocidad que voltean las campanas puede ocasionar una catástrofe.
No podemos ir de católicos ni de cristianos, cuando no
cumplimos los mandamientos que el padre Dios, entregó a Moisés, en el monte Sinaí…
y aquí invito a la reflexión por no enumerar lo que no hemos hecho, o hemos
mirado con suavidad y vehemencia hacia otro lado; y por supuesto aquello de dar
de comer al hambriento o dar de beber al sediento, o incluso dar posada al
peregrino queda muy lejos de muchas doctrinas electorales por mucho que nos
empeñemos en asear los datos.
NO es tiempo de insultos. Es tiempo de reflexión, de mirar
con lupa todo, de ver donde hemos fallado y potenciar lo bueno que hemos hecho,
siempre desde un prisma de solidaridad, honradez, altruismo y buen fin. Lógicamente
hay muchas mujeres y hombres buenos que han sabido labrar su futuro y el de los
vecinos con ese prisma, felicidades. Otros ellos sabrán, pero en la bandeja de
las obras hechas, siempre pesarán más las buenas que las malas. Por eso debemos
dejar los insultos a un lado, dedicarnos a potenciar el bien, intentar
erradicar el mal, sin olvidar quien estuvo detrás, y sobre todo saber callar
cuando lo que dice o hace el otro, solo por el mero hecho de ser del otro a mi
me molesta.
Y si de tan católicos vamos, invito a poner en marcha el programa
político más ambicioso y antiguo de la historia, programa que cada día se hace
más vivo en más personas, programa necesario como el aire para respirar, y es
un programa muy corto, que no se mete con nadie, y que busca el bien de todos,
ese programa está escrito en todos los idiomas del mundo allá donde se
proclamó: es el PADRE NUESTRO. ¡Danos hoy nuestro pan de cada día! ¡Perdona
las deudas para que no hayan desahucios! Y no nos dejes caer en la tentación
de no amar a nuestros hermanos, a nuestros semejantes… y sobre todo que
venga un Gobierno, que nos libre de todo mal… Esa reflexión es la que te
invito a que hagas querido lector, en vez de insultar a quien no sabes cómo va
a gobernar, sea del color que sea, pero dale la oportunidad de que ponga en
marcha su programa a ver si este mundo mejora un poquito.
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