Maite Pérez, alcaldesa de Albalat dels Tarongers. / EPDA Vivimos en la creencia de que el golpe genera más dolor que la palabra o que los actos y más allá de los golpes, las agresiones físicas, las humillaciones constantes que sufren las mujeres que son víctimas de violencia de género, si de género, existen formas de matar a una mujer en vida.
El 25N es el Día Internacional Contra la Violencia de Género y con motivo de esto, buscamos en páginas web el número de mujeres asesinadas a manos de sus parejas o de sus ex parejas, el resto del año condenamos y nos consternamos con las noticias sobre las mujeres asesinadas, pero nadie llevamos la cuenta hasta que no llega este día. Por desgracia en este año 2021 ya son 37 mujeres las que han sido asesinadas por el hecho de ser mujeres. A raíz de esto podríamos abrir el debate de si falla el sistema o no falla el sistema, de si la culpa es la falta de protección a la víctima, pero lo que fallamos somos nosotros y nosotras, la educación que damos a nuestros hijos e hijas en casa, la pugna de poder del uno sobre la otra, la eterna lucha de sexos que empieza en el azul para el niño y el rosa para la niña. Evidenciemos de una vez que la violencia de genero no se inicia con los golpes, se hace de forma verbal, psicológica y en estos últimos años, de una de las formas mas lamentables y rastreras que existen; por medio de la violencia vicaria.
Matar en vida a una mujer es la expresión más indigna, inmoble y despreciable de violencia que puede ejercer un hombre sobre una mujer. No le es suficiente agredir a su pareja o ex pareja para castigarla, que mata a sus hijos para que viva toda la vida con el dolor de qué por su culpa, de por no haber hecho las cosas como el creía o quería que las hiciese, el castigo que se merece es asesinar a los hijos e hijas para que sufra las consecuencias de los actos, que el mismo ha juzgado y decidido como castigar. Causar daño a la mujer a este nivel, es de un cariz de crueldad que supera los límites de lo real. La prepotencia, la rabia, el odio, la superioridad del hombre hacia la mujer, la necesidad de castigar por medio de la humillación, del dolor… la satisfacción de ver sufrir a su pareja o ex pareja, es más grande que el cariño o el amor que puede sentir el padre maltratador por sus propios hijos. Asesinar a los hijos en común o no, para ver como la mujer vive el resto de su vida muerta, es la forma más atroz de violencia de género que existe en este mundo.
Juana Rivas acabó con una sentencia de 2 años de prisión y privación de patria potestad por evitar un posible caso de violencia vicaria. Celebremos que acaba de ser indultada por el Gobierno, aunque hubiese sido mejor que esa sentencia nunca se hubiese producido.
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