Susana Gisbert. /EPDAEl otro día, a propósito del anhelado alto el fuego en Gaza, oía una palabra que me chirrió enormemente. Hablaban de una esperada “vuelta a la normalidad”, pero algo no me encajaba en el uso de esa expresión.
La verdad es que a mí el término “normalidad” me gusta poco desde que, en tiempos de la pandemia y post pandemia, se usara y se abusara de él. Nos hablaban de una esperanza en la vuelta a la normalidad y, cuando esta no resultó tan idílica como hubiéramos querido, la definieron como “nueva normalidad”.
Y en que, en realidad, lo normal no siempre es bueno, aunque sea lo acostumbrado. El diccionario de la Real Academia define “normal”, en su acepción más usada como “habitual, ordinario, corriente, común, usual, frecuente, acostumbrado”. Nada dice de que so sea bueno o malo, aunque e ser humano tiende a identificar la normalidad con su propia zona de confort, por poco confortable que sea.
Pero, si damos una vuelta al asunto, la normalidad no tiene nada de bueno en muchos casos. Es más, tiene mucho de negativo. Para las mujeres afganas, por ejemplo, sería normal por cuanto que es lo habitual y lo ordinario para ellas, estar sometidas, ninguneadas, invisibilizadas y vivir un infierno cotidiano que les priva de todo derecho. Para muchas personas LGTBI lo normal había sido siempre vivir dentro de ese armario imaginario que se ha convertido en un símbolo, porque lo habitual es que su orientación sexual les ocasionara, cuanto menos, rechazo, cuando no las más graves sanciones penales. Para muchas niñas y niños del mundo lo normal es pasar hambre, frío y falta de lo más necesario y porque es lo que viven cada día. Y podrían multiplicarse los ejemplos, por desgracia.
Precisamente porque su normalidad no tiene nada de bueno, hay muchas personas que cada día se juegan la vida para cruzar fronteras que la dejen atrás, para empezar otra vida donde lo normal no sea sufrir cada día. Y por eso es tan normal, en el sentido de “frecuente o habitual”, que haya lugares donde la gente esté dispuesta a todo con tal de salir de allí.
Aunque, volviendo a la RAE, su diccionario nos da otra acepción de “normal”. Según tal acepción, “normal” es, dicho de una cosa “Que se halla en su estado natural”, Y el estado natural de las personas nunca debería ser el de sufrir, el de ser perseguidas, el de ser privadas de derechos o padecer los horrores de guerras y pobreza.
Esa es la normalidad a la que deberíamos aspirar.
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