No me considero una gran amante de los deportes, sin embrago respeto a
los fanáticos e incluso a veces sigo alguno de éstos. Sin ir más lejos, hace
poco hemos vivido un acontecimiento futbolístico, prácticamente seriado, de los
tan apasionantes clásicos entre el Real Madrid y el Barcelona. Las
movilizaciones por parte de la gente para seguir los partidos ha sido
espectacular. Las redes sociales han estado colapsadas de comentarios al
respecto, algunos aficionados han viajado hasta los puntos de encuentro, no les
la importado gastarse una cantidad considerable de dinero con tal de conseguir
una entrada y ser testigos directos, los estadios, los bares y las casas
estaban llenas y por tanto... las calles vacías.
Me impresiona tal pasión, pero a su vez me produce cierto temor. Está
claro que resulta algo mágico que tu equipo gane la liga, una copa o cualquier
otra competición, y por tanto es una necesidad innata el hecho de apoyarlo de
una manera u otra, pero... ¿Cuánto dura ese momento de placer? Poco. Se trata
de una euforia prácticamente fugaz, y lo que es peor, aunque se trate de un
juego estratégico, el azar o la suerte es un componente básico en este caso y
por tanto aunque los aficionados intenten animar a sus preferidos poco pueden
hacer. Se trata de un acto reactivo, es decir, si nuestro equipo gana nos
alegramos y si pierden nos entristecemos. No hay más.
Sin embargo, faltan días para que se lleve a cabo otro acontecimiento
en España muy importante: las Elecciones Municipales y Autonómicas. De ahí mi
miedo. Sí, mi temor a que una vez más se produzcan índices de emisión de votos
tan bajos. Puede que para algunos la política resulte un tema aburrido, que a
veces no la entendamos (aunque quizá más bien es que no queramos entenderla),
pero lo que deberíamos saber es que la política es una actividad humana,
colectiva, necesaria pero que no sabemos valorar.
Personalmente me gustaría compartir una pequeña anécdota. El domingo 12
de marzo del 2000 cumplí 18 años. ¿Sabéis cuál fue mi regalo preferido? Mi
derecho a voto. Derecho que estrené ese mismo día ya que casualmente se
celebraban Elecciones Generales. Resultó toda una casualidad, pero sobre todo
un auténtico placer porque independientemente de mi ideología política y de los
resultados, opiné. Aquel día (como persona) me sentí más grande dentro de la
sociedad, y a su vez (como mujer) me sentí orgullosa de aquellas mujeres que
tanto lucharon por el sufragio femenino hace años y de las que tanto me habían
hablado en el colegio e instituto. Gracias a su logro en 1931 tras muchos
esfuerzos, yo en el año 2000 pude ejercer mi derecho a voto. Y recordé a
personajes tan importantes como Clara Campoamor y
frases que se dieron en el debate antes de su aprobación, tales como “No nos
dejáis votar a nosotras y vosotros no os atrevéis”.
Dicho esto, me gustaría aconsejar a la gente que de la misma manera que
se movilizan por el fútbol u otros acontecimientos, lo hagan el próximo domingo
22 de mayo depositando su voto. Necesitamos de nuevo las calles vacías, pero
los colegios electorales llenos. Se trata de un acto de lucha por la
consecución del mayor bienestar posible. Del tuyo, del mío, de el de todos.
Además, no hay que olvidar que aquí no hay azar que valga, este sí es un acto
proactivo, ya que aquí nuestra opinión sí que cuenta como punto y por tanto
puede sumar a nuestro favor en los resultados finales.
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