Francisco José Adán. FOTO EPDA Occidente está desorientado, confundido. Acojonado. Lo cierto es que el
peligro no es poco y no es la primera vez que he escrito sobre él y es la
amenaza islamista y de cómo radicales sin sentido crítico sobre la vida, imbuidos
por el mensaje monodireccional que se escuchan en las mezquitas, amenazan nuestra existencia de forma gratuita.
A menudo se dice que los países islámicos están en la Edad Media, en
comparación con la religión cristiana en esa época. Por supuesto no estoy de
acuerdo con esa comparación, la diferencia entre el Cristianismo y el Islam es
que el primero reconoce de origen la separación Iglesia Estado y el segundo no.
Prueba de ello es que en Europa la lucha entre un poder y el otro ha sido
recurrente y las intromisiones de uno en otro reiteradas. Por lo tanto no es que los musulmanes de hoy
se encuentren en la Edad Media y nosotros en el futuro de coches voladores y
ciudades blancas y respetuosas con el medio ambiente donde los viajes
espaciales para ir a ver a la suegra que vive en Marte sonfrecuentes.
La no diferenciación entre Iglesia- Estado de la religión musulmana hace
que el poder civil quede subyugado, por no decir, dirigido, directamente por el
imán de turno que, desde las mezquitas, instruye a los musulmanes de lo que es
correcto y no correcto y el Corán rige las vidas tanto espirituales como
civiles de los musulmanes. No lo critico, bueno , un poco sí.
Lo cierto es que nuestro mundo, el occidental, se rigen por los principios
de libertad y democracia que permiten entre otros muchos derechos la libertad de expresarte libremente
siempre con los límites de no ofender al de al lado. La libertad de expresión
tiene límites, no todo se puede decir y para la defensa de esto están los
tribunales de justicia que han de poner en la balanza dos derechos
fundamentales el de la libertad de expresión y el derecho al honor.
Dentro de la libertad de opinión hay una libertad que, lejos de ser un
sub-grupo de este primero, se configura como un derecho con entidad propia dada
su importancia en la vida socio-política de un Estado moderno como es la
libertad de prensa, donde , de hecho, se configuran diferentes derechos como la
libertad de información o la libertad de opinión.
Pues aquí pasa exactamente lo mismo, se ponen en una balanza la libertad de
información o de opinión y en la otra el derecho del receptor a una información
veraz y/o el derecho a la propia imagen y al honor que suelen ser los tres
derechos que más chocan con aquellos.
Europa, en los últimos días, se ha visto sacudida por el atroz golpe
asestado por los islamistas en el mundo musulmán que , tras un video satírico y
ridiculizante de Mahoma, han atacado embajadas y asesinado a varias personas,
entre ellas, al embajador.
Unos días después , un semanario francés, ha publicado una tira cómica, no
sólo sobre los musulmanes sino también, sobre los judíos, que decía que si eran
intocables. Tras esto, el Gobierno francés ha cerrado, hoy viernes, todas sus
embajadas, ha secuestrado la publicación y llevado a los tribunales a los
autores por incitación al oído.
De todo esto, lo último es lo único que tiene lógica en un Estado de
Derecho, la utilización de los tribunales para evaluar si lo que se ha dicho es
constitutivo de reproche legal o no. Ahora bien, Occidente no puede llegar a la
conclusión a la que se ha llegado hoy en la radio en la famosa tertulia de Onda
Cero donde, mi admirado Carlos Herrera, ha dicho que es una irresponsabilidad
publicar unas tiras cómicas cuando sabes que el resultado va a ser provocar al
mundo musulmán.
Pues no estoy de acuerdo. Aunque la realidad sea que por un video ha muerto
tres personas no se puede resolver que la consecuencia directa de unas tiras
cómicas ridiculizantes o un video, todo lo pésimo que quieras que sea, es la
muerte, la agresión y la amenaza a toda una civilización.
Occidente no puede actuar de esta manera bajo la coacción, porque empezamos
a acojonarnos con las tiras cómicas y acabaremos por no estornudar y decir
Jesús. Occidente ha de utilizar sus mecanismos de control de derechos ( porque
aquí tenemos derechos) sin permitir que los radicales coarten las libertades y
derechos que tanta sangre y tantas vidas perdidas y repartidas durante tantos
siglos, ha costado conseguir.
¿La opción es la guerra y el enfrentamiento? No digo que esa sea la
solución, y desde luego, creo que la guerra es la muerte de las libertades y de
los derechos; el fracaso de la política y la desaparición de lo humano de la
humanidad, pero vivir con miedo es mucho peor.
Nuestra debilidad es su fortaleza, Occidente ha de ser firme, más que nunca,
en los principios que rigen y dan sentido a nuestra forma de vida que nadie nos
ha regalado porque sólo el miedo es lo que alimenta a la fiera.
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