La mezquita de La Pobla de Vallbona. //EPDACuando conduces tu coche por la autovía CV-35, a la altura
del centro comercial El Osito, se levanta uno de los templos religiosos más
importantes de la comarca de Camp de Túria. Construida en mármoles grisáceos y
con una cúpula que corona el edificio, la mezquita Baitur-Rahman y cuya
singularidad es la de ser la mezquita más grande de la Comunitat Valenciana, da
cobijo espiritual a un colectivo como son los Amhadia, una rama de la religión
musulmana y que cuenta con 200 millones de fieles en todo el mundo.
La zona en la que descansa el templo, dentro del término
municipal de La Pobla de Vallbona, es tranquila y rodeada de chalés y casas
individuales. Según cuentan los miembros de la mezquita, “nos llevamos
estupendamente porque nos respetamos e intentamos ayudarnos entre nosotros”,
aunque reconocen que sí hubo algunas voces discordantes cuando se conoció la
noticia de su asentamiento en la zona. La parcela cuenta con 6.000 m2, 300 de
los cuales pertenecen al edificio sagrado y que se ha sufragado gracias a los
donación exclusiva de los miembros de esta comunicad. El minarete de esta
mezquita es más bajo que el de Valencia, pero desde el templo nos aseguran que
están pensando en subirlo, hacerlo más visible y que esté acorde con la magnificencia
del edificio. Para ello ya han pedido los permisos pertinentes.
Nos recibe el mismísimo imán del templo, Kaleem Ahmed y que
es el encargado de hacernos de guía por todas las instalaciones. Es un día
soleado y el líder espiritual de los Amhadia en La Pobla acaba de llegar a la
mezquita. Son las 12 del mediodía. Está supervisando las obras que se están
realizando en el recinto. Son una serie de viviendas independientes a modo de
apartamentos. Todo muy austero. El lujo brilla por su ausencia. Una de las
viviendas está destinada a Hazrat Mirza Masrur Ahmad, líder mundial de los
Amhadia y que reside en Londres y la otra para Kaleem y su familia.
Charlie Hebdo
Vestido completamente de negro, el imán se muestra contento
por poder contar su historia y cuál es la misión de esta comunidad musulmana,
sobre todo después de los atentados yihadistas a la revista francesa Charlie
Hebdo. Pasamos a la biblioteca, una pequeña sala repleta de publicaciones sobre
el Islam y en la que resaltan dos diccionarios de español. Nos sirven una taza
de té con leche y unas pastas y comenzamos a charlar sobre religión,
terrorismos y cultura. Kaleem Ahmed resalta que han comenzado el año rezando
por la felicidad. “Hacemos muchas acciones en La Pobla porque queremos
integrarnos en la sociedad. Nuestra relación con el Ayuntamiento es muy buena,
aunque tardaron cinco años en darnos los permisos para construir el templo y
queremos responder aportando nuestra ayuda en la localidad, por eso abrimos
este templo a todo aquel quiera venir a conocernos”, asegura Ahmed.
La rutina en la mezquina no suele cambiar a no ser que haya
una visita oficial o algún acto que requiera de cierto protocolo. Hay varias
personas que viven permanentemente en ella y duermen a turnos para vigilarlas.
Nos confiesan que esa vigilancia se ha incrementado desde los atentados en
París. Se reza todos los días hasta en cinco ocasiones y cada viernes se reúnen
para celebrar la oración de ese día, la más importante para los musulmanes. A
parte de las celebraciones del Ramadán y la Fiesta del Cordero. Dos fechas
muchas señaladas en su calendario religioso. “Diariamente no paramos de
organizar actividades, charlas, conferencias o reuniones. Y entre los cuatro
grupos que somos, es decir, los hombres, las mujeres, los jóvenes y los niños
celebramos muchos actos porque la mezquita debe estar viva”, añade el imán.
Mensaje de paz
El español de Kaleem es perfecto. Tiene un marcado acento
pakistaní ya que es oriundo de aquel país en el que todavía viven sus padres,
pero se explica perfectamente y se hace entender ante su interlocutor. Está
casado y tiene tres hijos de 14, 11 y 3 años y viven completamente integrados
en el municipio.
Según su religión, el mensaje de los Amhadía es el de la paz
y el de la tranquilidad, la convivencia y la concordia. Por eso, el imán es tan
tajante a la hora de condenar los atentados parisinos. “Ellos no son musulmanes
porque el Islam significa paz y nadie puede quitarle la vida a nadie. Nuestro
líder aseguró que los ataques no guardan ninguna relación con nuestras verdades
y que los perpetradores y cualquier persona involucrada deben ser castigados de
acuerdo a la ley”, cuenta tajante Kaleem.
Los Amhadía son una comunidad religiosa muy potente en el
mundo. El jefe de su comunidad viaja por infinidad de países dando conferencias
sobre paz entre culturas y no dudó en viajar hasta La Pobla de Vallbona para
inaugurar esta mezquita y mantener varios encuentros con las autoridades
políticas y religiosas de la zona.
Desde que concertamos esta entrevista, el imán de la
mezquita se empeñó en invitarnos a comer. Después de recorrer las diversas
estancias del edificio como el salón de actos, su despacho oficial o la sala de
rezo enmoquetada y en la que caben hasta 300 personas a la vez, rezando
mientras miran hacia La Meca, nos sirven Pakora, una masa de patata y cebolla
rebozada con harina de garbanzo y salsa al curry y Gagreela, un dulce a base de
leche, azúcar y zanahoria. Para ellos, según Kaleem, “la hospitalidad es de
obligado cumplimiento porque es un acto bueno y Dios nos recompensará llevándonos
al séptimo cielo, según el profeta”.
En el momento que se termina el encuentro entre el imán y
este periódico, uno de los trabajadores de la mezquita llama al rezo a todos
los Amhadía. Ese es el momento en el que nos despedimos de Kaleem y le dejamos rezando,
una vez más, por la paz. ya que se trata de oración íntima y casi privada dada
la poca afluencia de fieles ese día y a esa hora en la mezquita.
El imán estará un rato conversando con Dios y pidiendo una
mejora en la convivencia del mundo. Por algo, a la entrada del templo, se puede
leer una gran inscripción en la pared que reza ‘Amor para todos, odio para
nadie'.
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