Carlos Gil.Hace unos
años, nadie que acudiera a Mestalla con cierta asiduidad,
tenía
dudas acerca de lo que era un gilicorner.
Se llamaba así a la forma de ejecutar los saques de esquina
que practicaba el
Valencia CF de aquel momento: un saque que, no aportando
nada, dejaba perder
fácilmente una buena oportunidad.
En los últimos
días, me ha venido a la memoria este término por la
adaptación que no pocos tertulianos radiofónicos han hecho
de él, hablando del gilimaster, identificando como
tal a un
título universitario que, sin aportar nada al currículum
político del titulado,
puede acabar convirtiéndose en una amenaza para su futuro.
Esta semana,
hemos visto dimitir a la ya exministra de Sanidad, Carmen
Montón, por un caso de gilimaster.
Estoy seguro, sin necesidad de consultarlo, que nunca nadie
la votó, la eligió
y, ni siquiera, le preguntó a la Sra. Montón si tenía o no
ese título a la hora
de nombrarla ministra o consellera de sanitat de nuestra
Generalitat
Valenciana. Por suerte o por desgracia,
no hace falta tener estudios para ser ministro de España.
La lástima es
que, con todos los méritos que hizo Carmen Montón durante su
etapa en la Conselleria de Sanitat para un cese fulminante,
haciendo trizas
nuestro sistema sanitario y multiplicando por mucho las
listas de espera, haya
podido encontrar una salida tan airosa como han sido las 19
páginas de plagio que
han acabado con su carrera política. Probablemente, su
salida no se deba tanto
a lo que se ha contado como a lo que quedaba por contar, de
forma que se haya
previsto su dimisión como cortafuegos de un escándalo mayor.
Ahora falta
que su “magnífico presidente” Sánchez, que sigue sin aclarar
muchas cosas acerca de su tesis doctoral, implante una nueva
vara de medir. Al
fin y al cabo, es especialista en ello: una para los
adversarios, otra para sus
compañeros y una tercera para cuando son sus deditos los que
están a punto de
pisarse.
En cualquier
caso, es una lástima que nos dejemos entretener con estas
cosas mientras, por detrás, el día a día de nuestro Gobierno
se mueve
rebajando, en solo 100 días, las expectativas de crecimiento
de España,
subiendo nuestros impuestos y condicionando nuestro futuro.
Ya que a los
políticos nunca les hemos exigido estudios, deberíamos
seguir centrados en
exigirles eficacia y eficiencia en su gestión. O sea, lo
contrario de lo que nos
está ofreciendo el Gobierno Sánchez.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia