Carlos Gil Llevamos poco más de siete meses de 2019. Y, como siempre, el año acaba en diciembre. Eso sí, para muchas consellerias de nuestra Generalitat, el año acabó el dia que el Conseller de Economía dio la orden de que no se comprometa más gastos en lo que queda de año.
El Consell pretende disfrazar esta decisión como "contención" cuando, realmente, lo que significa es una clamorosa falta de planificación y, sobre todo, de austeridad preelectoral. Al Consell se le ha ido la mano en actuaciones institucionales previas al mes de abril y, ahora, toca apretarse el cinturón para todo lo que queda de año. La Generalitat de Ximo Puig se había acostumbrado a vivir muy bien a costa del FLA y, cuando toca gestionar los recursos propios, sin ninguna transferencia desde el exterior, cuesta mucho más cuadrar las cuentas.
El des-Gobierno de España está tan entusiasmado con evitar cualquier posibilidad de pacto y asegurarse unas nuevas elecciones que se le olvida que los españoles seguimos teniendo problemas cada día. Seguimos sin formar Gobierno por puro capricho de Sánchez, que solo se fija en la opción de conseguir algo más de 140 diputados en un nuevo proceso electoral. El problema es que, en el mejor de los casos, ese nuevo Gobierno no llegaría antes del inicio de 2020 y, además, que con menos de 150 diputados nada le garantiza formar un Gobierno estable que le permita aprobar, con urgencia, unos nuevos presupuestos.
Pero lo que más sorprende es que no se ha oído a Ximo Puig clamando al presidente Sánchez por la que era, hasta la moción de censura, una imperiosa necesidad de reforma del modelo de financiación autonómica- Nadie le discutió al presidente Puig la necesidad de reclamar ese nuevo modelo, pero se le ha pasado el ansia que mostraba hace unos meses. Ni siquiera Compromís, con Mónica Oltra a la cabeza, ha pedido a Sánchez que la reforma del modelo se produzca en las primeras semanas de la legislatura. Se le dan de plazo ocho meses para poder poner en funcionamiento un modelo que, en teoría, está ya dispuesto para entrar en vigor.
Compromís ha perdido, otra vez, una gran ocasión de defender los intereses de los valencianos por encima de los de su propia formación o su defensa a ultranza de los gobiernos de izquierdas. Si Sánchez se desplazó a Valencia para llevar él mismo la negociación, esto solo puede significar que, o bien necesita el voto de Compromís de una forma inexcusable, o que Mr. Falcon ha decidido seguir manipulando al resto de socios, eso sí, esta vez a domicilio.
Qué lástima da ver como el Gobierno de la Generalitat antepone intereses partidistas a los de la propia Comunidad. Y qué lástima da ver como Compromís regala de nuevo su apoyo al PSOE sin pedir a cambio aquello que más necesitamos los valencianos. No sé cómo acabará, pero no se gana el futuro perdiendo oportunidades. Y, de momento, ya tenemos otra que se va ¡¡A ver si aprendemos ya!!
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