Con el Mediterráneo de fondo y el antiguo esplendor romano de Sagunto como testigo, dos incidentes aéreos de finales de los años sesenta aún resuenan en la memoria colectiva, desafiando toda explicación sencilla.
El primero tuvo lugar el 4 de noviembre de 1968, cuando la tripulación del vuelo Iberia IB‑249 (Barcelona–Alicante) comunicó al Centro de Control de Barcelona la aparición de una luz gigante flanqueada por dos puntos luminosos más pequeños. Según el expediente, el objeto sobrevoló el cielo del área de Sagunto, descendió, se apagó, volvió a ascender y se reavivó antes de extinguirse en dirección al mar, sin que ningún radar lo registrara. La escasez de datos técnicos impidió a los investigadores descartar con certeza hipótesis convencionales —como un faro de aterrizaje— y dejó el suceso abierto a la imaginación
Casi tres meses después, el 25 de febrero de 1969, el vuelo Iberia IB‑435 (Palma–Madrid) describió un objeto que emitía destellos blancos y anaranjados de duración irregular (entre 10 y 15 segundos) y que acompañó al avión durante quince minutos sobre Sagunto, a 26 000 pies de altura. La Guardia Civil realizó “indagaciones discretas” en la zona —desde Sagunto hasta municipios vecinos— sin hallar testigos presenciales. Finalmente, la investigación oficial optó por identificar la luz con el planeta Venus, alineado con la posición observada, aunque este cierre no convenció del todo a la comunidad aeronáutica.
Ambos casos forman parte de los 80 Expedientes OVNI que el Ministerio de Defensa digitalizó en 2016, sumando un total de 1 900 páginas sobre fenómenos aéreos extraños entre 1962 y 1995. Pese a su inclusión en el archivo, las referencias son escuetas y carecen de análisis en profundidad, lo que ha alimentado el aura de enigma que los rodea
No hay relación alguna con el célebre Caso Manises de 1979, en el que un vuelo comercial forzó un aterrizaje de emergencia y se llegó a desplegar un Mirage F‑1 en misión de interceptación.
Hoy, medio siglo después, los “Ovnis de Sagunto” siguen siendo un eco de lo desconocido: dos relatos de pilotos profesionales, luces que resistieron los radares y la fría explicación oficial que no convenció del todo. Quizás, al mirar de noche hacia el horizonte, aún podamos sentir el escalofrío de aquel destello imposible, recordatorio de que el cielo guarda secretos más allá de nuestra razón.
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