Pablo Abelleira. Las
negociaciones para tener un gobierno de cambio en la nación parecen
encalladas y todo apunta a que los personalismos de algunos más que
otros, y la falta de voluntad para solucionar el panorama está
pesando en los españolitos de a pie, los cuales asistimos a
espectáculos bochornosos como el que propone la quinta fuerza
política de Cataluña y la cuarta en España. Estos ciudadanos, los
mismos que criticaban por una vicepresidencia y varios Ministerios,
ahora amenazan con levantarse de la mesa de negociación de lo que a
todas luces es la única opción de no llevar otra vez al país a las
urnas y vernos inmersos en los cuantiosos gastos que ello genera con
todas las necesidades que hay que cubrir. Estos no se enteran, ni
aquí ni en Madrid, Abstenerse y dejar paso. Lo curioso es que
eso era lo correcto para los presupuestos de aquí y ahora sucede lo
mismo en el gobierno.
Resulta
paradójico que tras el anuncio por parte de Podemos de renunciar a
los egos para hablar de la emergencia social que vivimos salgan otros
meando fuera del tiesto. No estamos para bromas, y alguien tendrá
que pagar los "pactos rotos" si al final no hay fumata
blanca en cuanto al inquilino de la Moncloa que haga que la figura de
Rajoy quede como lo que fue, una broma pesada y plasmada que es
incapaz de actuar, ni en su propio partido, ni en todo lo que
concierne al progreso y la justicia social.
Para
nosotros el pacto ideal sería el de aglutinar todos los espectros de
la izquierda española, pero sabemos acoplarnos y adaptarnos a la
realidad. Los partidos emergentes hemos venido a superar el ahora tú,
ahora yo en el que nos habían colocado los de siempre. Este nuevo
panorama exige ineludiblemente el detenerse a hablar y llegar a
acuerdos con todo lo que implica de ceder por una parte, y de
mantenerse firme por otra. Es lo que se necesita para superar un
bipartidismo casposo que acababa beneficiando siempre a los mismos
puesto que sólo tenían que esperar a que los suyos tocaran mareta
para meter mano, cuchara y todo lo que haga falta.
Para
acabar, una última reflexión, no queremos ir a las urnas porque el
panorama político invita en demasiados aspectos a la abstención.
Frases como "para que voy a ir a votar si después no son
capaces ni de ponerse de acuerdo entre ellos" están calando en
la sociedad, y ahí radica el gran peligro puesto que la maquinaria
del PP no permite discrepancias y a toque de corneta se movilizan y
acuden en tropel a votar. Se repiten las imágenes de monjas con
votos de abuelitos, o las furgonetas en los asilos. Ellos sí que se
movilizan, y nosotros, como defensores del buenrrollismo, a dejar en
manos de cada concienca que vaya a votar o no. Estoy convencido que
de pensamiento somos una gran mayoría los que creemos en una
distribución de recursos más justa que la que apoyan a los de
Panamá, o a las manos que mecen la cuna del poder.
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