David Alpuente.
Palabras que curan. Las
palabras nos brindan la posibilidad de darle sentido a nuestra vida, de
significar nuestra experiencia. Con ellas simbolizamos y tomamos conciencia de
lo vivido. Son un vehículo para llegar a nosotros mismos y para conectar con
los demás.
Las
palabras y el uso que hacemos de ellas, PUEDEN CURAR. Es clave cómo nos hablamos a nosotros mismos. Aprendí
que el juicio que más importa es el que yo me hago a mi mismo.
Gandhi
compartió uno de sus
pensamientos que decía:
"vigila tus pensamientos, porque se
convierten en palabras.
Vigila tus palabras,
porque se convierten en actos.
Vigila tus actos, porque se convierten en
hábitos.
Vigila tus hábitos, porque se convierten en
carácter.
Vigila tu carácter, porque se convierte en
tu destino"
Las
palabras tienen el poder de hacer nuestra alquimia interior. Con ellas puedo
aliviar mis dolores, sanar mis heridas, concluir mis duelos, afrontar mis
miedos, atender mi rabia, atraer lo que deseo, integrar, liberarme y liberar,
sanarme y sanar, ...
Hoy
quiero compartir contigo un hermoso texto de Chales Chaplin con mi deseo de que sus palabra produzcan
en ti un efecto sanador y te permitan crecer y acercarte a ser la persona que
deseas ser.
"Cuando me amé de verdad"
Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo
estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude
relajarme.. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.
Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento
emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy
sé que eso es… autenticidad.
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y
comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé
que eso se llama… madurez.
Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es
ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar
aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal
vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese
saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara
hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que
se llama… amor hacia uno mismo.
Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre
y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy
hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio
ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con
eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.
Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de
preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la
vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.
Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y
decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una
valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!
No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del
caos nacen las estrellas.
Un Abrazo y buen camino.
La llave de la felicidad está dentro de nosotros.
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