El abismo se ha abierto hace ya mucho tiempo bajo los pies de cinco millones seiscientos mil trabajadores españoles.La
cifra va en letra para leerla despacio y reparar en que detrás de esos
caracteres hay personas cuyo abismo se llama paro. Más del 24% de la
población activa no encuentra trabajo y las previsiones apuntan a
incrementos difícilmente cuantificables. Da igual que atendamos a las
cifras de paro registrado o la encuesta de población activa. El
panorama es desolador.A lo largo de los últimos días, los medios de
comunicación han trasladado la tensión especuladora de la prima de
riesgo a las portadas y titulares de forma que los ciudadanos estemos
pensando que el abismo económico y social de nuestro país está a
escasos puntos básicos. Incluso se manipula el lenguaje diciendo que
cuando la prima de riesgo desciende equivale a que “se relaja” La
falsedad de este planteamiento no debería de pasar desapercibida.
Un
problema social de esta envergadura debería ser la prioridad absoluta
de todos los responsables públicos por encima de cualquier otro. Se
trata de dramas personales con familias enteras abocadas a la miseria.
Sin embargo, tanto el gobierno actual como el anterior han promulgado
sucesivas reformas laborales cuyo planteamiento es la precarización del
trabajador y la facilidad en el despido.
Evidentemente,
los resultados no podían ser otros que los que se han producido en
términos de incrementos cada vez mayores del número de desempleados y
con una derivada especialmente preocupante: el paro de larga duración
sin perspectivas de retorno a la actividad laboral.
El
tramposo espejismo del crecimiento económico en España al amparo de la
burbuja especulativa inmobiliaria absorbió mano de obra nacional e
inmigrante sin cualificación en enormes cantidades pero las ha
expulsado con facilidad. Ahora que la construcción y sus actividades
auxiliares se han hundido las perspectivas de este colectivo son muy
oscuras ya que están especializados en una actividad que difícilmente
remontará a unos niveles ni siquiera cercanos a lo que llegaron a
significar.
Especialmente
dura es la situación de los trabajadores de más de 55 años a los que
las empresas ven como improductivos pero tampoco debemos olvidar a los
jóvenes que salieron del instituto sin culminar su formación básica
atraídos por un dinero fácil. Las mujeres también son victima de la
crítica situación del mercado laboral ya que se incrementan las
prácticas discriminatorias por parte de las empresas.
La
sociedad no puede dejar en la estacada a estos colectivos pese a que
desde las instancias políticas y mediáticas neoliberales se les
presenta como una especie de parásitos que solo buscan mantener su
subsidio y que renuncian a la búsqueda de empleo. Esta semana, desde la
Comisión Europea se ha ofrecido a España el retraso de un año en cuanto
al cumplimento de los siniestros objetivos de reducción del déficit.
Una de las contrapartidas es el endurecimiento de las condiciones de
acceso y duración de la prestación por desempleo.
Hay
que dejar claro que la prestación es un derecho, no una limosna que se
le da al desempleado. El trabajador cotiza para tener esa cobertura.
Nadie debería entrar a cuestionar este derecho porque cualquiera puede
necesitarlo y más en estos momentos.
Por otro lado se deben buscar y estimular fuentes de actividad
económica productiva que generen puestos de trabajo. No serán
actividades tan intensivas en mano de obra como la construcción pero
posiblemente den lugar empleos más estables.
En este sentido consideramos que debe existir un impulso decidido hacia los sectores vinculados al I+D+i,
especialmente lo referido a las energías renovables. Otra alternativa
es la rehabilitación urbanística de los centros de las ciudades. Los
servicios sociales deben ser un yacimiento de empleo cualificado. Todo
ello requiere una formación hacia los desempleados que les capacite en
los sectores punteros de una economía más social y humanizada.
Ese
es el empeño que debe unir ciudadanos y responsables políticos y no las
reformas y recortes impuestos por un gran capital que solo busca su
beneficio pisoteando un derecho fundamental como es el derecho al
trabajo. Solo desde lo público puede venir el impulso para generar
actividad. Si los recursos de todos van a los inacabables agujeros de
las entidades financieras estaremos condenando a millones de
trabajadores españoles a la desesperación.
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