Cristóbal Aguado LazaLa
agricultura valenciana cuenta con unas determinadas zonas cálidas donde el
cultivo subtropical del aguacate va ganando protagonismo. Los agricultores
somos personas valientes que siempre intentamos producir lo que demandan los
consumidores. En los últimos años el aguacate ha disparado su consumo mundial
por sus extraordinarias propiedades nutricionales y, gracias a esa demanda,
ofrece una rentabilidad bastante digna para el productor. Por ello es lógico
que cada vez más productores exploren esta alternativa hasta hace poco remota.
Comarcas como
Camp de Morvedre –especialmente la zona de Les Valls–, La Plana de Castellón,
L’Horta, La Ribera, La Safor o La Marina acogen los primeros campos de
aguacates tras reemplazar otros cultivos en dificultades comerciales como
cítricos y frutales de hueso. Su introducción no es comparable a la que
aconteció con la naranja o más recientemente con el caqui, porque está muy
limitada por las bajas temperaturas. Pero a su menor escala el aguacate abandera
una revalorización agrícola y vuelve a levantar una renovada ilusión en el
sector. Cientos de familias se benefician del buen comportamiento de este
cultivo, contribuyendo a girar la rueda de la economía de muchos pueblos, que
buena falta hace en estos momentos.
Sin embargo,
en medio de esta buena nueva detectamos con creciente indignación el
surgimiento de fariseos que difaman el aguacate, hablando del consumo de
ingentes recursos hídricos y otros mensajes infernales que no suceden en
nuestras zonas productoras. Mejor harían estos ecologistas radicales, medios de
comunicación e incluso cocineros, que reniegan del aguacate para preparar sus
ideológicas recetas, en objetivar sus ideas en beneficio del cuidado del
planeta yendo a aquellos otros lugares donde se están destruyendo selvas y
hábitats naturales y donde deberían dirigir sus críticas. Incluir en su
demagógica persecución contra el aguacate a los agricultores valencianos es una
irresponsabilidad y una forma injusta de generar mala imagen a este cultivo que
la evidencia científica califica de superalimento.
Los
agricultores no malgastamos ni una gota de agua, regamos los árboles justo lo
que necesitan, sabemos que los excesos hídricos son perjudiciales para el
cultivo y ponemos todo el esmero en lograr un riego racional. Hemos modernizado
prácticamente todo el regadío de la Comunitat Valenciana para ser más
eficientes en el uso del agua. La cantidad empleada es similar a la que
requiere una explotación de cítricos, de hecho, muchas veces se destinan a
través de la misma línea de goteo idénticos recursos tanto a los campos de
naranjos como a los campos de aguacates, que suelen estar unos al lado de los
otros.
Al tratarse
de un cultivo nuevo en tierras valencianas, el aguacate aún carece de plagas y
enfermedades de gravedad, por lo que los agricultores apenas se ven obligados a
utilizar materias activas para combatirlas. Además hay una clara tendencia a la
producción ecológica del aguacate. El manejo y las distintas técnicas de
cultivo son, al igual que ocurre en toda la agricultura europea, absolutamente
respetuosas con el suelo, la diversidad, el territorio y el medio ambiente. Podemos
asegurar que nuestro aguacate cumple las máximas garantías de sostenibilidad
del mundo.
Sabemos que
todavía nos faltan muchos conocimientos por adquirir sobre este cultivo
subtropical. Y por eso mismo estamos en contacto permanente con los máximos
expertos de Málaga y Sudamérica, donde acumulan una experiencia mucho más
dilatada. Quiero agradecer especialmente la fructífera colaboración que encontramos
en nuestros compañeros de ASAJA Málaga. Conjuntamente estamos llevando a cabo
el Grupo Operativo “Innovación en aguacate” que tiene como finalidad aumentar
la productividad, favorecer la expansión correcta del cultivo en nuevas áreas, transferir
la tecnología relativa a técnicas, material vegetal y control biológico, y convertir
a España en el primer suministrador europeo de aguacate de calidad y de
producción sostenible, con una baja huella de carbono.
Desde
AVA-ASAJA también hemos impulsado la puesta en marcha de la Asociación de
Productores de Aguacates (ASOPROA) a fin de aglutinar al sector, promover el
asociacionismo entre los profesionales como medio para afrontar los retos de
futuro, unificar criterios de carácter tanto productivo como comercial, e
incluso diferenciar el producto nacional a través de una marca distintiva o, en
su caso, una Denominación de Origen Protegida.
Porque la
comercialización es un asunto al que no debemos prestarle menos atención. Hay
comercios de Málaga que vienen a Valencia a comprar aguacates y vienen con unas
reglas del siglo XXI –no del XIX como prefieren algunos piratas por estos
lares– que permiten a los agricultores percibir unos precios dignos. La
producción española únicamente cubre en torno al 10% de la demanda europea y
resulta fundamental diferenciarla de las importaciones foráneas para aspirar a
reforzar nuestra cuota de mercado.
Si logramos
mejorar en todos estos aspectos y garantizamos una rentabilidad razonable a
medio y largo plazo, inmediatamente surgirán más jóvenes en el campo
valenciano, más posibilidades de que el medio rural sea un lugar atractivo y
deje de despoblarse, más futuro en definitiva. Justo lo contrario de lo que
pregonan quienes denigran la imagen del aguacate y echan tierra sobre las
personas que quieren ser emprendedoras. A estos difamadores les sugeriría que
cogieran un aguacate, le quitaran la piel, lo partieran por la mitad, le
pusieran unas gotas de aceite y una pizca de sal, y que lo probaran. Igual
percibían la realidad de otra manera más positiva y hasta se dibujaba una
sonrisa en sus caras.
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