Susana Gisbert.Hace apenas unos días que conocemos el fallo de la
sentencia definitiva de La Manada. Y digo definitiva porque en nuestro Derecho,
pese a lo que mucha gente cree, el camino judicial se acaba en el Supremo. La
sentencia es firme y, por tanto, ejecutoria, es decir, que se ha de cumplir ya
en todos sus términos sí o sí. Y la posibilidad de acudir al Tribunal
Constitucional o Europeo no empece en absoluto esta afirmación. Se acudirá, si
se quiere y puede y si cabe dentro de los estrechos márgenes de estos procesos,
pero no son recursos en sentido judicial. La vida procesal está agotada, de ahí
que se procediera a la inmediata detención de los ya condenados
Pero, al margen del caso concreto, y una vez
terminado para la víctima el doloroso periplo judicial -para la víctima siempre
lo es- tendríamos que plantearnos muchas cosas. La esencial, si podemos estar
tranquilas las mujeres a partir de esta a resolución. Algo que no es fácil de contestar.
Lo primero que hay que constatar es que, a pesar de
todo lo que se ha dicho, el sistema funciona. El engranaje puede ser lento y
requerir mejoras, pero sus bases son firmes y por eso marcha. Pese a quien
pese, hemos tenido una fiscal y una acusación particular que han mantenido en
todo momento -en algunos, contra viento y marea- que el hecho era una violación
y como tal debía ser castigado, y al final salió adelante su pretensión. Como
dice una buena amiga, la verdad solo tiene un camino, aunque -añado yo- a veces
sea más que un camino una carrera de obstáculos.
Pero no cantemos victoria antes de tiempo. Todavía
queda partido, y no hay más que leer determinadas reacciones -si se pueden vencer
las náuseas- para saber que los obstáculos van a seguir llenando el camino
hasta la meta que lleva a la igualdad entre hombres y mujeres y a su
consecuencia necesaria, el respeto.
Lo que sí podemos afirmar es que estamos en el buen
camino. Que al final ha resultado que la sociedad y la administración de
justicia no estamos tan lejos unos de otros, y que lo que se ha decidido en los
despachos no es tan diferente a lo que decía la calle. Sin que, por supuesto,
ello sea fruto de la presión social sobre quienes imparten justicia sino más
bien de que, interpretados los hechos conforme a la realidad del tiempo en el
que son juzgados -como dice el Código Civil-, el resultado sea conforme con un
amplio sector de la demanda social.
Hay otro hito que es también importante. Hemos
comprobado que se puede salir a la calle a protestar de una resolución judicial
-igual que se protesta de una decisión del ejecutivo o el legislativo- y ni
hemos entrado en colapso ni se han abierto de par en par las puertas del
infierno. La justicia emana del pueblo y se administra en su nombre -esto lo
dice la Constitución- y eso no puede olvidarse.
No obstante, estemos alerta. Estas cosas pasan y
todo apunta a que seguirán pasando si no se pone toda la carne en el asador
para evitarlo y, si ya ha pasado, para sancionarlo como merece. No nos
relajemos demasiado. Por si las moscas.
SUSANA
GISBERT
Fiscal
(@gisb_sus)
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