Mónica Caparrós. El
otro día tuve la oportunidad de ir a una jornadas sobre Servicios
Sociales. Más bien eran unas jornadas sobre el nuevo giro de los
Servicios Sociales.
Fue
muy interesante, mucho. Podríamos hablar del cambio espectacular que
plantean las trabajadoras y los trabajadores sociales y el resto de
profesionales. Todas esas personas que día a día ven de cara la
parte más ruin de este sistema capitalista que se olvida (¡oh
sorpresa!) de toda esa gente que no cuenta con los recursos para
navegar por esta farragosa organización social.
Pero,
pese a que esa fue mi parte favorita (la posibilidad de cambiarlo
todo), me gustaría centrar mis argumentos en la participación
política y la influencia que esta tiene en algo tan sensible como
las necesidades básicas y la pura supervivencia.
Lo
que me gustaría poner de relevancia es una queja que hubo, de un
modo u otro, durante las cinco horas que duró la jornada. Un
reproche que se repitió continuamente. Las personas encargadas de
gestionar estos servicios tenían la solución para que dejaran de
ser una especie de administración repartidora de recursos, como
antiguas y arcaicas instituciones caritativas, como un renovado y
embellecido "Auxilio Social", en fin. Ellas tenían la
clave para empezar a tratar a los usuarios de estos servicios como
ciudadanos de pleno derecho que no deben dar las gracias ni pedir por
favor. Personas merecedoras de solidaridad, no de caridad. Válidas,
que son capaces de devolver lo que reciben sin tener que sentir que
reciben porque "ay pobre de mí". Pero, y ahí viene los
grave, todo intento para salir del tradicional uso de estos servicios
fue censurado, cohibido, no sé si atreverme a decir prohibido porque
esa palabra no se utilizó en ningún momento. Llevaban, según
explicaron algunas, más de 15 años reuniéndose fuera de horas de
trabajo para concretar un plan de acción. En ese momento me las
imaginé como maquis en los montes (esto es cosa mía, que no sé
como poner freno a mi imaginación). Y esto fue lo que me asustó, me
indignó. ¿Seremos tan brutos (los políticos) de ignorar a los
profesionales y las profesionales que realmente pueden otorgarnos una
solución?. ¿Seremos capaces de cerrar los ojos y los oídos a la
realidad social sólo y exclusivamente porque no dicen lo que
queremos oír tal y como lo queremos oír.
Sus
palabras eran de alivio, de esperanza. Fueron cautos y a ratos
entusiastas. Hablaron del lleno total, de que "por fin"
podían poner en marcha todas esas estructuras que eran necesarias
para dejar de lado la "vieja" política de servicios
sociales y darle la dignidad que se merecen.
Lo
dicho: salí algo indignada pero también, y como todas estas
profesionales, con un objetivo. Con muchísimas ganas, más todavía,
de conseguir que en nuestro municipio se vea reflejado este giro en
la política de atención social. La pobreza no es una cuestión de
pobres, es una cuestión de todas y todos. No habrá justicia social
hasta que no entendamos que no estamos dando lo que sobra, estamos
aquí para que el reparto sea equitativo y justo.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia