Por fin llegó San Valentín, y sus dardos de amor envenenados. ¡Qué tontería! (PERDÓN). ¿Es preciso que venga San Valentín para que nos regalemos tartas de corazones, flores aromáticas, velas rojas… y no se cuentas cosas más como desayunos, meriendas y cenas de enamorados? ¿es preciso?
¡San Valentín! Hoy que casi nadie cree en los santos, estamos resucitando a San Valentín y las flechas del amor. ¡También es san Antonio de Padua, al que se le hacían novenas para abandonar la soltería! Pero hoy no nos acordamos de los santos, más que para fomentar el paupérrimo gasto en una agonizante sociedad de consumo.
Yo creo en San Valentín, en San Antonio, en las flechas del amor, y hasta en Cupido. Yo aún me lo creo todo, y puestos a creer, creo en los Reyes Magos, lo de oriente, los que están enterrados en la hermosa catedral de Colonia, y cada vez que visito esa ciudad voy a la tumba de los magos a rezar y renovar mi ilusión en la niñez.
Mañana renovaré mi ilusión en el amor. En ese amor gratuito de querer a todos porque te da la gana, te quiero porque quiero, y además me puedo permitir el lujo de quererte y no esperar nada a cambio, porque si esperara algo de ti, no sería un buen enamorado, sería un comerciante del amor. ¡Dar sin que nada esperes! ¡Ama porque la mayor recompensa que obtendrás es estar en paz contigo mismo, porque el mejor fruto del amor, es amar a cambio de nada, es amar para sentirte feliz, porque has dado todo tu potencial que se llama amor.
No es preciso que sea el 14 de febrero, el 13 de junio, o el 24 de diciembre, no es preciso. Lo preciso es amar todos los días como si siempre fuera el 14 de febrero el día del Juicio Final. Porque el amor no sabe de fechas, los santos está muy bien que aunque no nos acordemos de ellos alguna vez intercedan por nosotros, y los humanos, nos hacemos grandes o pequeños según la medida que regalamos el amor. Acabo con una frase que aprendí en los años 70 que estaba puesta en una pegatina para colocar en los coches, las motos, o las bolsas de deporte que ahora se vuelven a llevar –por estar de moda-, y la frase decía: “AMAR SIGNIFICA NO TENER QUE DECIR NUNCA LO SIENTO”.
Por fin llegó San Valentín.