Teresa Ortiz. /EPDA Los motores de la próxima campaña electoral comienzan a calentar. Los partidos políticos preparan la maquinaria para este año, que se presenta con tres citas electorales clave, las elecciones municipales y autonómicas en mayo y las nacionales previsiblemente durante el mes de noviembre. En menos de un mes y medio nos encontraremos con las dos primeras citas electorales que podrían suponer cambios en el panorama político de los municipios del territorio español y de la gran mayoría de sus parlamentos autonómicos.
En clave de mi tierra, Valencia y la Comunidad Valenciana, durante estos meses, unos candidatos de PP y de PSOE, más desconocidos que nunca, quizás a excepción de Ximo Puig (ser el más conocido por lo que hace un hermano tampoco es un atributo positivo), han intentado darse a conocer en paradas de metro, autobuses, muros e incluso en lonas completas cubriendo edificios completos. Tales acciones propagandísticas cubren dos frentes por orden: por una parte, incrementar el conocimiento de la persona que es la cara visible de la candidatura, y por otra parte incrementar la aceptación de esa persona por el electorado. Con esas premisas, nos encontramos con el gran dilema de los analistas, que es mejor de inicio tener un candidato/a 100% conocido y 10% querido (piensen en nombres como un ejercicio divertido), que un candidato 10% conocido y 40% querido. Aunque si saliese una persona con ese buen índice de aceptación inicial, solo sería cuestión de tiempo darla a conocer por todo un territorio y alcanzar un primer gobierno para tener un liderato sostenido en el tiempo.
Siguiendo con las cábalas propias de los analistas políticos, todo este mosaico preelectoral dirigido a incrementar el conocimiento y generar la confianza en los futuros electorales en las personas que lideran las candidaturas, pierde o diluye su cometido cuando entran en juego el poder de las marcas o la componente ideológica. Sobre todo en España, país en el que no habiendo listas abiertas, la concentración de poder histórico y visibilidad mediática en los dos componentes del bipartidismo es tan grande, que son maquinarias de absorber, diluir u ocultar la verdadera valía de sus candidatos, ofreciendo una oferta de futuro servicio público igual que ofrecería un conglomerado monopolístico. Un mismo color, una misma oferta monocorde, sin personas destacadas (el que destaca molesta) y el logotipo sobre la persona. En definitiva, lo que hacen PP y PSOE electoralmente hablando, se resume muy bien en la histórica frase de Henry Ford: "un cliente puede tener su automóvil del color que desee, siempre y cuando desee que sea negro".
Esta oferta monocorde y monopolística de "único coche negro" de PP y PSOE lleva años siendo comprada por muchos electores, que en un país con pasado aún reciente democráticamente convulso, eligen marca e ideología en vez de tener en cuenta la valía de los candidatos. Nadie elige un médico o un abogado sin interesarse previamente sobre su experiencia o sobre lo que puede aportar profesionalmente. Sin embargo, electoralmente, se elige a los futuros gobernantes principalmente por el color de unas siglas.
Habiendo vivido una precampaña muy intensa y nada ética, nada hace suponer que la campaña no lo sea igual. Prepárense para ataques entre los bloques impermeables de izquierda y de derecha y ultraderecha. Preveo una batalle campal sin reglas éticas, ni líneas rojas que marquen lo que es o no es correcto. Ni siquiera espero que ciertos partidos y candidatos cumplan los preceptos legales que minimizan hasta el día de inicio oficial de la campaña la actividad propagandística. Prepárense para denuncias cruzadas entre partidos por carteles no retirados o propaganda a bordo de autobuses aún vigentes.
No podemos esperar que la campaña sea más ética que lo que ha sucedido en precampaña pues son los mismos partidos y personajes los que están jugando a lo mismo. En esta precampaña hemos observado incluso el juego sucio y torticero con el que algún partido de derecha se ha dedicado a intentar desacreditar, apartar y hundir a sus contrincantes mercadeando con concejales de otros partidos como si se tratase de un zoco árabe. En este contexto yo me pregunto si tan mal está esa multinacional de la derecha en cuanto a las capacidades de sus afiliados y cargos públicos para ir a por activos humanos de CIUDADANOS en poblaciones de incluso no más de 400 personas.
En un país democrático las reglas del juego deberían estar claramente definidas, los principios éticos deberían ser intrínsecos a unas capacidades y unos atributos igualmente éticos de los políticos y el bien común debería prevalecer sobre los intereses personalistas. Pero la realidad es que la política del bipartidismo que hemos conocido en España, en la mayoría de los casos, no se ha basado en construir un mundo mejor para los demás, sino en construir un mundo mejor para ellos mismos o simplemente engrandecer sus propios egos.
Si tuviera que pedir un deseo en esta precampaña sería que haya un cambio para que por lo menos la fase final, la campaña, sea limpia, prime la honestidad y que los electores elijan a sus representantes como elegirían a su médico en caso de una enfermedad o a su abogado en caso de abordar un juicio importante. En base a su experiencia, capacidad, mérito y logros o simplemente, en base al sentimiento inicial que les pueda inspirar alguien no tan conocido, pero cuya trayectoria no les suene a vieja política, ni a sillones, ni a puertas giratorias, ni a tendencia a perpetuarse en el cargo.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia