En un anterior artículo me
referiría yo al caso de las preferentes como uno de los mayores escándalos
financieros en la historia de este país.
Lo es por su alcance y
significación y por mostrar a una sociedad agotada, desgastada, cansada y,
sobre todo, desconfiada. Ése es el sentimiento central y concreto que se ha
instalado en la sociedad y que se ha expandido hasta el extremo de ver en ello
a un sistema general de corrupción de la política y del sistema no siéndolo,
olvidando a los muchos servidores de lo público ejemplares que trabajan honradamente
por lo que creen aunque esa sensación permanece en todos como algo lejano, como
algo vacío de contenido que no les afecta, que no les es propio cuando no se
cree da una respuesta sincera e inmediata a sus problemas.
Significaba entonces y
sigue significando ahora ese estado grave de las cosas en el que las personas
y su confianza parecen moverse y conducirse a menudo en un vacilante y
rutinario juego donde no se sabe quién es quién, en un país donde muchas veces
se han pasado las ilícitas e inmorales tarjetas de visita con cita y cuota, con
el ”cuéntame” y veremos”, con el “mírame esto que me interesa y me dices” ,
mientras las entradas muertas del diccionario son ahora letras encendidas .
Es ese sentimiento de
impotencia y de pérdida de sus ahorros lo que ha evidenciado con su desgracia
la pérdida de total pertenencia a un sistema político concreto y temporal
donde la irresponsabilidad de antes se juzga ahora en medio de un Estado en
plena y profunda desintegración territorial aún silenciado pero futuro que
temo va a ser peor y no suficientemente valorado.
Con todo, no se cuestiona
verdaderamente el sistema. No lo creo. Se juzga a las personas y por extensión
al hacerlo se duda desgraciadamente de todos hasta creer que toda la clase
política es una perversión expresiva poco representativa cuando eso no es
verdad y además es falso. Se considera así porque se teme a aquello que se
muestra ajeno y no cercano, diferente y no próximo.
Se cuestionan actitudes, se
juzgan omisiones y ambigüedades. Se juzgan los silencios siempre dolorosos. Se
manifiesta la contrariedad . Se censuran los hechos y se guillotinan las
palabras cuando la sociedad se muestra como sorprendida y pasmada ante una
casta económica intocable que parece tocarse ahora cuando las personas que
invirtieron en preferentes ha largo tiempo que están tocadas.
El sentimiento claro de
indefensión parece juzgarse y emerger ahora mientras en el momento en el que se
produjeron y contrataron todo parecía en mucho conducirse sin un control
general claro, definido y preciso en esa nube inconsciente para muchos del
“todo vale”, del “Guárdate esto y ya me lo darás”, del “ llámame mañana y
quedamos”, en esa loca cita donde se jugaba a los dados y al fútbol, donde la
conciencia era almidón y los cartones de tantos eran para el bingo y no para
cubrir a otros.
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