Marc Ferrer Esteve./EPDAEl reciente nombramiento de Rebeca Torró como nueva secretaria de Organización del PSPV-PSOE ha provocado más estupefacción que entusiasmo en buena parte de la militancia socialista valenciana. No por su falta de experiencia —pues la política de Ontinyent ha estado en el Consell y ha ejercido como secretaria autonómica—, sino por lo que este ascenso representa simbólicamente: la consagración de una figura que, para muchos, construyó su trayectoria a base de lealtades cambiantes y movimientos calculados. Especialmente, en la forma en que se desligó de Jorge Rodríguez, el exalcalde de Ontinyent, ex presidente de la Diputación de Valencia y, durante años, su mentor político.
Torró comenzó su carrera de la mano de Rodríguez, ocupando cargos de confianza bajo su paraguas político. Pero cuando estalló el caso Alquería, en 2018, y pese a que la justicia acabaría exonerando a Rodríguez tras años de proceso judicial, Rebeca Torró se apresuró a marcar distancias. No solo se desmarcó públicamente, sino que asumió posiciones dentro del PSPV alineadas con los sectores que aprovecharon el vacío de poder para arrinconar a quien fue uno de los dirigentes más potentes del socialismo valenciano de los últimos años.
El movimiento es difícil de digerir para muchas bases socialistas, especialmente en comarcas como La Vall d’Albaida, donde el caso sigue escociendo. Porque, aunque Jorge Rodríguez fue apartado sin condena y finalmente absuelto, la maquinaria interna del partido lo trató como si fuera prescindible. Ahora, esa misma maquinaria eleva a Torró, su número dos de entonces, como si fuera ajena a todo lo ocurrido. ¿Es esto una recompensa por su silencio? ¿Un premio por no hacer preguntas incómodas? Desde luego no ha sido elegida por ser y actuar en defensa de los intereses valencianos por muchos periodistas provenientes del Levante español edtén por Moncloa.
En un momento en el que el PSOE necesita reconstruir confianza con la ciudadanía y recuperar músculo territorial, este nombramiento manda un mensaje confuso. Se promociona a una figura percibida como calculadora, que antepuso su carrera a la lealtad, y que nunca ha explicado su ruptura con Rodríguez ni su silencio durante el proceso judicial.
Los partidos necesitan renovarse, sí. Pero también necesitan memoria y coherencia. Cuando se asciende a quien calló ante la injusticia o se benefició del derrumbe de otros sin decir palabra, no se está premiando la capacidad política: se está institucionalizando el oportunismo.
El PSOE valenciano está en su derecho de reorganizarse como quiera. Pero si el precio de esa reorganización es recompensar a quien muchos consideran cómplice por omisión, el daño interno puede ser mayor que el beneficio táctico.
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