Un momento de la presentación. FOTO: EPDA Presentación del libro y
proyecto El Arte no tiene nacionalidad,
5 de marzo Biblioteca Municipal de Sagunto, por el escritor colombiano afincado
en Valencia, Marco Fidel Sánchez Parra, Premio Nacional de novela Ciudad de
Bogotá 2012, Premio Internacional de cuento Miguel de Unamuno en Salamanca,
España, 2012, Premio Internacional de cuento ecológico Gabriel García Márquez
2013 y por la escritora valenciana Carmen Adelantado Castillo, Subdirectora del
la revista Amaranto Cultural, Premio Universidad de Florida Catarroja, La Rosa
de Paper, Premio de relato Concentaina. Una velada con la compañía musical de
Alicia Esteller Solés, Albert Formet funcionario del Ajuntament de Sagunt y la
poeta Eugenia Castaño Bohórquez.
Presentación del escritor Marco
Fidel Sánchez Parra
Debo agradecer, primero que
todo, el honor que se me hace al invitarme a presentar el libro EL ARTE NO
TIENE NACIONALIDAD, para el que auguro un porvenir largo y provechoso.
Y quiero,
enseguida, destacar no sólo la nobleza del propósito, el altruismo y la
valentía con que cuatro mujeres exponentes del arte iberoamericano se lanzan en
un esfuerzo conjunto a presentar su obra de poesía y pintura, dando de esta
forma origen a dos curiosas palabras que desde ya estarán haciendo fila en
busca de un lugar en el diccionario de la Real Academia: Pintuesía y poetura. Palabras que, como
muchas otras permanecen en silencio a la espera de que alguien llegue y las
descubra y que en ningún caso resultan ligeras o aventuradas. Se pinta con las
palabras: a través de ellas se puede mostrar a un ciego, que no lo sea de nacimiento,
el mundo de los colores; y se escribe con los colores: es estimulados por ellos
que los poetas han logrado muchos de sus mejores versos.
La idea de hacer,
con dicha publicación, homenaje a cuarto varones trabajadores del arte es la
muestra del desprendimiento, del apoyo y la solidaridad y, en resumen, del
amor, de eso que se ha llamado ‘el eterno femenino’, porque sólo puede brotar
de la mujer.
Dando un primer
vistazo al libro, se encuentra el trazo sensual y sugestivo, los velos, los
colores que surgen como si no hubiera sido el pincel sino la magia lo que
hubiera pasado por allí. Es el concepto de la obra de Blanca Estela Torres, que
nos habla de un mundo sin usar, de una naturaleza virgen, de unas mujeres y unas costumbres distintas a las de estas
latitudes; nos hace evocar ese México profuso y embrujado de la Visión de
Anahuac de Alfonso Reyes, en unos casos; en otros, descuella el asombro y la
esperanza, y, a veces, el dolor que habitan en los ojos de unas hembras,
siempre simples, siempre alertas, siempre viendo el mundo desde las
transparencias del espíritu. A esto se le llama escribir con la pintura aquello
que a las palabras les queda difícil expresar.
Enseguida viene la
fuerza expresiva de María Gallego, la pintora granadina. En ella se detecta la
herencia de muchos pinceles, de muchos colores y de muchos estilos juntos. Pues
así como el escritor es la suma de todas las plumas que le precedieron, el
pintor se ha nutrido de aquel mundo traído de otras dimensiones que ha sido
dado plasmar a los pintores. Cierto aire trágico en sus líneas, sus rotundas
perspectivas, la explosión de ideas y de formas a través, unas veces de una
economía de trazos y, otras, de una lírica simpleza, subraya su mundo andaluz
en el que lo más solemne debe tener su toque de alegría, y lo más quieto, hasta
dos barcas con un fondo de invierno, debe tener su mundo de esperanza. Esto es hablar,
comunicar, escribir con los colores.
Así que no es aventurado decir
que si se escribe con los colores, se pinta con la palabra. Y esto es lo que
ocurre con los versos de Mar Herrera y Eugenia castaño. Dos trabajadoras del
arte que han dedicado su vida y su energía a la expresión de la belleza por
medio de la palabra escrita.
Los versos de Mar
Herrera son expresivos y fuertes como el carácter de las manchegas; transmiten
emoción, alejan de la duda, de la ambigüedad; despiden aquella música secreta
que sólo, es posible conseguir a los poetas, a esos que han resuelto transitar
por los angostos caminos del arte sin esperar nada a cambio, porque aspiran a
encontrar todo en un verso, en una estrofa capaz de sorprender, o al menos
intuir, algunos de los secretos del infinito. Con eso se sienten bien pagados.
Esto lo confirma
la poeta en los siguientes versos:
“No
me juzgues si en mis genes llevo tatuada poesía; hay quien almacena bienes y yo
regalo armonía”.
Eugenia Castaño revela en su trabajo
la fe y la esperanza, la ternura y la gracia de los habitantes de los Andes
suramericanos. De esos de aquella ciudad otoñal que el ocurrente genio de
García Márquez pintó con sus palabras como una aldea de doce iglesias y doce
campanarios. De aquellos donde el viento pasa cantando versos que todos oyen
pero que sólo entienden los poetas.
La sencillez de su canto es, a su vez un llamado a la ternura,
a ese cambio que debe llegar a todos los lugares de esas patrias condenadas a
las contradicciones del destino; un flechazo de amor disparado al centro del
corazón humano, donde se esconde lo mejor, pero también lo peor de la savia de
los hombres.
Son versos
solidarios, sin otra pretensión que llevar el mensaje de un amor quizá
desconocido por los hombres y del que tanto hablan criaturas que han
vislumbrado algunos peldaños del espíritu; un amor sin pasión ni obligación,
como el de la flor que da su aroma y su color sin esperar ninguna recompensa y
sin saber que está dando su aroma y su color.
Todo esto sin que
venga provisto de un aire de sencillez, de comprensión y de esperanza; de un
situarse más allá del mundo mental en que vivimos. Un aire sin el cual esta
estrofa no hubiera podido ser posible:
Tantas batallas
libradas/a la hora de avanzar/te invito a que camines conmigo y volvamos a ser
niños/entendamos la magia de jugar/la vida es corta/lo único que nos sirve es
repeler/todo tipo de maldad.
El arte en esta noche está de fiesta y se siente agradecido.
Lo novedoso de la unión de pintura y poesía. La calidad de las artistas que
integran la obra. El concepto de la edición y todos los trabajos que debieron
superarse para que este libro viera la luz, no puede menos que arrancar al arte
dos palabras llenas de humildad y gratitud: Muchas gracias.
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