Jaime García.Una
voz clama en el desierto. Hoy con los medios que disponemos es
relativamente fácil acabar con la vida política del adversario .Una
simple sospecha y se inicia la cacería.
Decimos
que todo ser humano es inocente, mientras el juez no demuestre lo
contrario. Hoy afirmamos diferente: toda persona es culpable hasta
que se demuestre su inocencia. De un plumazo hemos borrado el
derecho constitucional que nos ampara (art.18).Nos hemos convertido
en jueces..Una mínima sospecha es suficiente para clavar el pez en
el anzuelo. Y no hablemos de los medios, sobre todo televisivos. Aún
no ha nacido la criatura, ya celebran su funeral. Lo más indecente
es que justifican sus acusaciones en la libertad de expresión.
La
vida política la hemos judicializado en exceso, convirtiéndola en
una cacería.
Vuelve
la inquisición política, tornan las falacias de la confusión para
resolver nuestras malquerencias. Incluso la misma sentencia del juez
sufre nuestras dudas.
Preferimos
que le cuelguen una piedra en el cuello y le arrojen al mar. El odio
y rencor al adversario ha envenenado nuestras relaciones. Si se trata
de los nuestros bajamos la voz e imponemos silencio. Es fácil ver la
paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro.
Nunca
habrá culpabilidad de iure mientras no se pronuncie el juez. Hay
que terminar con ese “sansonismo” político que intenta con su
libertad de expresión derribar las columnas de nuestra democracia.
Ciertos medios intentan rivalizar con Torquemada e intentan que arda
el horno político. Exhiben y manosean a su gusto los casos. Gozan de
un enorme poder. Camús decía que un país vale lo que vale su
prensa. Para ciertos medios hoy todo monte es orégano. Manipulan a
sus contrarios y silencian a los suyos. Se dice que si quieres
confiscar el poder tienes que confiscar la información. Chesterton
manifestó que los medios comenzaron a existir para decir la verdad y
hoy existen para que la verdad no se diga. Las tecnologías modernas
nos tienen cada vez más prisioneros de sus prodigios.
Hoy
la torta se trabaja y cuece de espaldas al juez.
Prejuzgar
la culpabilidad se ha convertido en deporte nacional. Olvidamos que
palabra y piedra suelta no tienen vuelta.
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