José Antonio Sorzano. EPDADespués de la lectura de últimos resultados del pasado domingo, en Euskadi y en Galicia, los ánimos de la parroquia socialista no están como para tirar cohetes, después de los varapalos recibidos en esas Comunidades. Los fuegos de artificio inaugurados aquel domingo por la noche de octubre del año 1.982, con la mítica y estruendosa victoria del socialismo español, y sus 202 diputados a la cazuela, son de esos resultados electorales que según creo tardaran décadas en repetirse. Aquella magnifica maquina de ideas y acción debidamente engrasada y en perfecto orden de revista, bajo la supervisión de Felipe González y Alfonso Guerra, creo no volverá a repetirse en décadas, en el seno de los del puño y la rosa.
Felipe y Alfonso, eran por entonces, la respuesta socialista a ese otro formidable tándem formado por la pareja de la UCD, Adolfo Suarez y Fernando Abril, auténticos "muñidores" de esa transición que dio paso a la democracia que ahora disfrutamos.
Aquella fue una de las etapas más importantes de la historia de España. Ya que aparte de conseguirse, sin ningún trauma, la transición de una dictadura a un Estado de libertades, en los primeros diez años España avanzo tanto social, económica y culturalmente, que a todos los españoles que solíamos viajar al extranjero, comenzamos a albergar un sentimiento de orgullo por el pasaporte español que llevábamos en el bolsillo.
Y todo eso fue gracias, en parte, a los primeros gobiernos de Felipe González, hasta que empezaron a crecerle los enanos en el seno del partido y de los distintos gobiernos. Los escándalos se fueron sucediendo hasta que estos mismos enanos y sinvergüenzas lograron cargarse en el año 1.996, el modelo de progreso económico y avances sociales conquistados en esa etapa.
Después del paréntesis de los 8 años del PP de José María Aznar, los socialistas volvieron al poder de la mano de Zapatero. Periodo notablemente desaprovechado por el posiblemente peor presidente que haya tenido este país, a decir de gran parte del propio conclave socialista.
Y es que estos follones internos, desgraciadamente es una asignatura que vuelve a repetirse cada vez que los socialistas tienen unas elecciones primarias, o bien unas elecciones municipales, autonómicas o generales.
La crisis de identidad del socialismo hispano, tiene su fiel exponente en el batiburrillo que tienen montado sus primos y socios catalanes del PSC. Lio, que ha dado lugar a deserciones tan sonadas como la de un Maragall que, por lo visto, ha montado su propio partido filo independentista, de cara a las próximas elecciones autonómicas, y que por supuesto supondrá un nuevo ostiazo frente al "iluminado" independentista Artur Mas.
En fin, se ve que estos chicos no aprenderán nunca. Ya que, por lo visto, aun les dura la indigestión que les causo, en su día, el paso de la pana a los modelos de Boss y Armani. No dándose cuenta que todo espacio que pierdan ahora, y dejen en manos, en algunas autonomías, del nacionalismo y el independentismo, será muy difícil que lo vuelvan a recuperar. Yo siempre he creído en el sentido universalista del socialismo, que nada tiene que ver con nacionalismos, independentismos y demás gaitas escocesas.
El otro día me decía un amigo perteneciente a la vieja guardia de PSOE, que lo que hacía falta urgentemente era un nuevo Alfonso Guerra que pusiera orden en las filas. Recordándome aquella célebre frase de Guerra: "el que se mueva no sale en la foto". Y es así, como D. Alfonso mantenía en orden y concierto todo el gallinero sociata. Sistema, con el que no puedo estar más de acuerdo, a la vista de los fantásticos resultados conseguidos con el mismo.
Y es que, causa efecto de los últimos y desastrosos resultados electorales, son ya muchos los nostálgicos que empiezan a invocar mentalmente la vuelta de un nuevo "mesías" sociata al grito de ¡Felipeee vuelve! Cuanto menos en espíritu.
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