Hoy es el Día Mundial de la Agricultura. No es solamente el día de los agricultores y ganaderos; es el día de toda la sociedad, porque no conozco a nadie que viva sin comer. Así pues, a todos nos interesa una Agricultura sostenible, tanto desde el punto de vista medioambiental (que parece que es lo único que les importa a los ecologistas radicales) como también desde el punto de vista social y económico, porque sin beneficios lo que queda es abandono, despoblamiento, incendios y desierto.
Hoy en día hablar de Agricultura es hablar del profundo cabreo que tenemos los agricultores y ganaderos con el Gobierno y la Comisión Europea. Es hablar de las protestas para no someterse a los dictados del ecologismo radical. Es hablar de la necesidad de adoptar soluciones consensuadas y objetivas, no filosóficas, para salvar la viabilidad de los productores y, en definitiva, la seguridad alimentaria de los consumidores.
El ecologismo radical quiere una población excesiva e incontrolada de fauna salvaje en el medio rural, aunque sea evidente que provoca graves daños a las cosechas, transmite enfermedades o incluso mata a los animales, irrumpe en núcleos urbanos y multiplica los accidentes de tráfico, causando muchos heridos y muertos.
Los ecologistas de salón también quieren prohibir fertilizantes, fitosanitarios y antibióticos, sin pensar que a lo mejor son imprescindibles para garantizar la sanidad vegetal y animal. ¿Qué ocurriría si vaciáramos las farmacias y los hospitales de medicinas? Antes de suprimir una materia, hay que investigar y dotar al sector de alternativas eficaces porque si no seguirá cayendo la productividad y creciendo el desperdicio alimentario.
Y otro ejemplo que clama al cielo es el agua. En lugar de aprender de los países que aprovechan hasta la última gota para ganar terreno al desierto, aquí prefieren recortar regadíos y derruir presas. Si les hacemos caso, con sequías como la actual no tendríamos para beber ni las plantas, ni los animales, ni las personas. El agua no se puede improvisar; hay que llegar a un Pacto de Estado del Agua que contemple más almacenamiento cuando llueve, más distribución cuando escasea, más reutilización de aguas depuradas y más solidaridad, tanto en el ámbito español como europeo.
Las políticas que afectan a la Agricultura deben estar supeditadas a la ciencia, la objetividad y la previsión. Las aberraciones 'verdes' de Bruselas no salen gratis, ni al agricultor ni al consumidor. La inflación de este último año será una broma comparada con lo que puede venir. Así que estamos todos en el mismo barco contra el ecologismo disparatado y a favor de la Agricultura.