Carmina Llopis. / EPDALa
llegada del coronavirus ha hecho desaparecer muchas cosas importantes de
nuestro día a día. Muchos de nosotros
todavía no somos conscientes ni podemos apreciar aún sus nefastas
consecuencias. Un claro ejemplo de ello es la pérdida del contacto físico y con
él, la desaparición del “poder del abrazo”.
Diversos
estudios señalan la importancia del afecto y del contacto físico en el
desarrollo evolutivo humano, ya que tiene un papel importante porque ayuda en
las relaciones y conexiones neuronales. Por ello, es primordial el lugar que el
afecto tiene en la vida de cada uno de nosotros.
La explicación científica señala que un abrazo sincero produce
una hormona denominada oxitocina (conocida como la hormona del amor), que es un
neurotransmisor que actúa en el sistema límbico (centro emocional del cerebro),
fomentando sentimientos de alegría que reducen la ansiedad y el estrés.
Cuando la oxitocina está presente en la sangre se desencadenan
en el cerebro una serie de reacciones favorecedoras para el comportamiento
positivo, que potencia las relaciones sociales y que está directamente
relacionado con el sentimiento de confianza, generosidad, aumentando el sentido
de autoprotección y sembrando las bases no verbales de la autovaloración.
Además, la oxitocina tiene un efecto muy específico en las
situaciones sociales, al parecer disminuye nuestros temores. La falta de
oxitocina es una de las causas del miedo que se experimenta con las fobias
sociales.
Es innegable que el contacto físico a través del abrazo mejora
la comunicación y las emociones con efectos excelentes, ya que el abrazo puede
transformarse en el puente de comunicación empática profunda para decir cosas
como: “comprendo lo que sientes”, “no estás sólo”, “estoy orgulloso de ti”, “tenía
ganas de verte”… de manera que en relación conlos niños, es una fuente de
reconocimiento que, al centrarse en lo bueno, fortalece muy notablemente su
autoestima.
Sin duda, los abrazos son una muestra de cariño y aportan muchos
beneficios físicos, fisiológicos y psicológicos, además cuando no se encuentran
las palabras adecuadas para expresar los sentimientos, quizás porque son
abrumadores o porque se es muy tímido, es propicio hablar con el idioma de los
abrazos. Cuando hablar se convierte en una difícil tarea, no hay mejor modo de
expresarse y con más claridad que con un abrazo...
En nuestra vida prepandémica nunca debíamos negar un abrazo ya
que hacerlo era privarnos de vitaminas para el alma. Hoy en día, negar ese
abrazo puede salvar nuestras vidas. Vivir para ver.
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