Jaime Navarro. /EPDA Que decía en su comienzo aquel luminoso y trágico romance anónimo, casi siempre presente en las antologías de las 100 o las de las 1000 mejores poesías en lengua española, lo que sin duda viene a corroborar, que ya por aquel lejano entonces, el mágico y cruel cuatrocientos, había sin duda principiado el calentamiento global. O el cambio climático como gustamos de decir ahora. Para desgracia y oprobio de tantos " negacionistas". Pobrecitos...
Aunque dadas las elecciones que se avecinan, en menos de 15 días, anda nuestro suelo patrio más que caliente, recalentado, con la hoguera de tantas sinceras sonrisas de tantos ilustres candidatos, que se pasan, es verdad, cuatro largos años con caras de muy pocos amigos, pero que llegadas tan primaverales fechas, y como por ensalmo, resucitan y se muestran más simpáticos que hasta nuestras amadas vendedoras de melones o de sardinas de nuestros prodigiosos y tal vez inmerecidos y maltratados mercados. Ahora que esto también lo van a arreglar Belarra&Montero.Gracias por anticipado.
Y que todo sea por tu bien españolito, que como sabes ahora ya no sólo engrosan las listas electorales, aquellos cuyo único mérito conocido es caerle bien al gurú de turno de cualquiera de nuestras generosas tribus políticas; como si esto ya no fuera lo suficientemente inquietante. No. Que ahora también podrán tener a su disposición tu hacienda, tu libertad y hasta tu vida, los que incluso hayan sido directamente condenados por canibalismo. Perdón, quise decir terrorismo...
Lo cual, bien mirado, no es nada de extrañar, y por más que muchos se lleven las manos a la cabeza, que ya vino a decir Von Clausewitz, hace siglos, que al fin y al cabo la política es la guerra. Sólo que por otros medios. Y se veía venir.
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