Héctor González.EPDA.El Jardín de las Hespérides constituye uno de los legados de la mitología griega. Ha pasado a la posteridad como un lugar deslumbrante, tanto como las manzanas de oro que –relataban- pendían de sus árboles. Las ninfas (las famosas Hespérides en este caso) que custodiaban el citado jardín, junto a una monstruosa serpiente, acabaron de agrandar el magnetismo de este lugar legendario cuya ubicación no terminó de precisarse.
Igual de ensalzados en su tiempo fueron los celebérrimos Jardines Colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas de la antigüedad junto a la pirámide de Guiza, el templo de Artemisa en Éfeso, la estatua de Zeus en Olimpia, el mausoleo de Halicarnaso, el coloso de Rodas y el faro de Alejandría. Esos jardines reflejaban la pujanza de la Mesopotamia de Nabucodonosor II.
En Valencia tenemos un jardín, el del Túria, cuyo potencial conocemos y disfrutamos desde que comenzó a coger forma a finales de la década de los 80 del pasado siglo XX.
Lo que antes eran tramos de un escuchimizado cauce de río plagados de escombros, montículos deformes de arena y toda suerte de insectos y roedores, en la actualidad despunta como uno de los principales atractivos de la capital autonómica.
Sin bares abiertos, con la mayoría de las tiendas cerradas a las seis de la tarde, sin gimnasios ni pabellones… ¿a dónde se puede ir en Valencia? Al antiguo cauce o al río (como se denomina popularmente) ha sido la respuesta que se han dado para citarse decenas de miles de valencianos.
Sí, ya lo hacían antes para ir a correr, para entrenar en alguna de las espalderas o en los recodos con máquinas de gimnasio, para practicar ciclismo o para andar.Pero ahora, de dos en dos, o en grupos que se subdividen en parejas, el recurso del jardín del Turia se ha convertido prácticamente en necesidad. Sus once kilómetros de extensión, algo achatados por la imposición de no poder ir más allá del puente del 9 d´Octubre por el cierre con Mislata, se convierten en un desahogo o en una bendición, según cada cual lo vea. Y si se quiere ampliar el recorrido, siempre se puede atravesar La Punta y proseguir hasta El Saler. Como bien hicieron centenares de ciclistas el pasado domingo. El jardín, además de disponer de espacio para todos, atraviesa la ciudad casi por completo, con lo cual no hace falta andar, en general, demasiado para acceder a él desde muchas barriadas.
Sabíamos de su potencial, pero en estos meses trágicos lo agradecemos más que nunca. Falta, eso sí, que el Ayuntamiento se anime definitivamente a dotarlo de aseos públicos.
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